7/08/2017, 02:27
Luego de unos minutos de espera, el escultor se digno a llamarles:
—¡Por aquí mis jóvenes modelos, vengan y siéntense por aquí! —grito, con voz enérgica.
El anciano estaba sentado tras lo que sin duda alguna era un escritorio de piedra magistralmente tallada, con accesorios en metal rojizo y gavetas que también eran de piedra. Encima había una serie de pergaminos y un pequeño frasco con tinta… Un frasco que también estaba hecho de piedra. Frente al mueble, si es que le podía llamar así al ya no ser de madera, yacían tres escabeles con forma de pequeñas columnas clásicas. Los tres estaban esculpidos bellamente en la misma piedra de color gris claro. Aquella gran escribanía yacía en el centro de aquel bosque rocoso, justo en un claro formado por un haz brillante que descendía desde el traga luz.
—Esto es algo que le gustaría mucho a mi maestro, el pasa mucho tiempo en su escritorio —declaro, mientras procedía a sentarse en uno de los taburetes.
—Es una lástima que este sea el único que hay en el mundo y que sea para mi uso exclusivo. Aunque… me gustaría hacerle una silla de piedra para completarlo, pero eso sería terrible para mi espalda y mi postura.
Luego de que los tres jóvenes yacieran sentados y cómodos, en lo que parecía ser una versión bizarra de una entrevista de trabajo formal, Satomu procedería a agacharse para buscar algunos documentos en las gavetas. Si Akame decidía utilizar su Sharingan podría notar que el escritorio mismo, y también los asientos sobre los cuales estaban sentados contenían el mismo chakra de las estatuas.
—Bien, antes de comenzar a trabajar he de hacerles algunas preguntas —aseguro, mientras se enderezaba y colocaba un par de lentes—. No se preocupen, es solo una formalidad que necesito cumplir para documentarme adecuadamente.
»Me es indiferente el orden, pero necesitare que cada uno de ustedes me responda por separado, es decir: Uno responderá de una vez a todas las preguntas, luego el otro y así. Por favor, hablen fuerte y claro para transcribir con precisión lo que necesito… Y claro, necesito que sean sinceros en la medida de lo posible.
“Eso suena sencillo”, pensó inocentemente.
El anciano tomo una jarra de piedra que parecía ser de adorno, pero que en realidad contenía agua que vertió en un vaso que también era de piedra. Se aclaro la garganta y, fijando sus ancianos ojos en el papel, formulo las preguntas.
—Primero; ¿Qué es lo que más odian? Segundo; ¿Qué es lo que más disfrutan? Tercero; ¿Cuál es su mayor ambición? —Hasta aquel punto, las preguntas lucían fáciles e inocuas, pero pronto se tornaron mucho más “difíciles”—. Cuarto; ¿Cuál ha sido su mayor desafío? Quinto; ¿Cuál ha sido su mayor trauma? Sexto; ¿Cuál ha sido la vez que más cerca han estado de morir? Y séptimo; ¿Alguna vez han matado a alguien y, de haberlo hecho, como se sintió?
»Eso es todo; siete simples preguntas. ¡Tienen toda mi atención! —exclamo, mientras se preparaba para escribir, con la vista fija y a la espera de quien sería el primero en atreverse a contestar.
—¡Por aquí mis jóvenes modelos, vengan y siéntense por aquí! —grito, con voz enérgica.
El anciano estaba sentado tras lo que sin duda alguna era un escritorio de piedra magistralmente tallada, con accesorios en metal rojizo y gavetas que también eran de piedra. Encima había una serie de pergaminos y un pequeño frasco con tinta… Un frasco que también estaba hecho de piedra. Frente al mueble, si es que le podía llamar así al ya no ser de madera, yacían tres escabeles con forma de pequeñas columnas clásicas. Los tres estaban esculpidos bellamente en la misma piedra de color gris claro. Aquella gran escribanía yacía en el centro de aquel bosque rocoso, justo en un claro formado por un haz brillante que descendía desde el traga luz.
—Esto es algo que le gustaría mucho a mi maestro, el pasa mucho tiempo en su escritorio —declaro, mientras procedía a sentarse en uno de los taburetes.
—Es una lástima que este sea el único que hay en el mundo y que sea para mi uso exclusivo. Aunque… me gustaría hacerle una silla de piedra para completarlo, pero eso sería terrible para mi espalda y mi postura.
Luego de que los tres jóvenes yacieran sentados y cómodos, en lo que parecía ser una versión bizarra de una entrevista de trabajo formal, Satomu procedería a agacharse para buscar algunos documentos en las gavetas. Si Akame decidía utilizar su Sharingan podría notar que el escritorio mismo, y también los asientos sobre los cuales estaban sentados contenían el mismo chakra de las estatuas.
—Bien, antes de comenzar a trabajar he de hacerles algunas preguntas —aseguro, mientras se enderezaba y colocaba un par de lentes—. No se preocupen, es solo una formalidad que necesito cumplir para documentarme adecuadamente.
»Me es indiferente el orden, pero necesitare que cada uno de ustedes me responda por separado, es decir: Uno responderá de una vez a todas las preguntas, luego el otro y así. Por favor, hablen fuerte y claro para transcribir con precisión lo que necesito… Y claro, necesito que sean sinceros en la medida de lo posible.
“Eso suena sencillo”, pensó inocentemente.
El anciano tomo una jarra de piedra que parecía ser de adorno, pero que en realidad contenía agua que vertió en un vaso que también era de piedra. Se aclaro la garganta y, fijando sus ancianos ojos en el papel, formulo las preguntas.
—Primero; ¿Qué es lo que más odian? Segundo; ¿Qué es lo que más disfrutan? Tercero; ¿Cuál es su mayor ambición? —Hasta aquel punto, las preguntas lucían fáciles e inocuas, pero pronto se tornaron mucho más “difíciles”—. Cuarto; ¿Cuál ha sido su mayor desafío? Quinto; ¿Cuál ha sido su mayor trauma? Sexto; ¿Cuál ha sido la vez que más cerca han estado de morir? Y séptimo; ¿Alguna vez han matado a alguien y, de haberlo hecho, como se sintió?
»Eso es todo; siete simples preguntas. ¡Tienen toda mi atención! —exclamo, mientras se preparaba para escribir, con la vista fija y a la espera de quien sería el primero en atreverse a contestar.