7/08/2017, 10:30
Akame tomó asiento junto a su compañero de Aldea, admirando con verdadera sorpresa el instrumentario y lugar de trabajo de Satomu. Todo estaba hecho de aquella piedra imbuída en chakra tan extraña; «esto no se parece a nada que haya visto o sobre lo que haya leído jamás en toda mi vida...» Desde luego, Nishijima tenía más secretos que nadie allí —y eso no era decir poco—. Akame estaba tan intrigado por el origen de las habilidades de aquel escultor que incluso se olvidó de los documentos genealógicos que recibiría como recompensa. En aquel momento sólo quería averiguar todo cuanto pudiera sobre la extraña forma de moldear el chakra de Nishijima Satomu.
Sin embargo, su curiosidad se transformó en precaución cuando el artista empezó a recitar las preguntas que debían hacerle. Demasiadas preguntas. Y demasiado indiscretas. Akame no pudo evitar torcer los labios en una mueca de desagrado mientras notaba cómo le temblaban ligeramente las piernas. «Nos ha salido entrometido, el escultor de mierda. No me extraña que tenga tantos enemigos si anda preguntando esas cosas por ahí... Ten cuidado, Satomu-san, no sea que alguien te raje la garganta mientras duermes. Metiche, fisgón.»
Detuvo su retahíla interna cuando sintió los ojos del escultor fijos en él. El Uchiha se cruzó de brazos, apretando los puños disimuladamente, y tardó unos instantes en contestar.
—A los mentirosos y a los fisgones —contestó, recio, a la primera pregunta—. Y disfruto castigando a ambos —remachó, dando por contestada la segunda pregunta—. Mi mayor ambición es ser un gran guerrero que devuelva al clan Uchiha al lugar que por historia y casta le pertenece.
Después de tres dardos directos, Akame creyó oportuno sazonarlo todo con algo de verdad.
—¿El reto más grande? Superarme cada día. No tengo traumas ni he estado nunca cerca de morir. Tampoco he matado a nadie —mintió, de corrido, como si temiese que su voz o sus palabras le delatarían si se detenía mucho en aquellos asuntos.
Sin embargo, su curiosidad se transformó en precaución cuando el artista empezó a recitar las preguntas que debían hacerle. Demasiadas preguntas. Y demasiado indiscretas. Akame no pudo evitar torcer los labios en una mueca de desagrado mientras notaba cómo le temblaban ligeramente las piernas. «Nos ha salido entrometido, el escultor de mierda. No me extraña que tenga tantos enemigos si anda preguntando esas cosas por ahí... Ten cuidado, Satomu-san, no sea que alguien te raje la garganta mientras duermes. Metiche, fisgón.»
Detuvo su retahíla interna cuando sintió los ojos del escultor fijos en él. El Uchiha se cruzó de brazos, apretando los puños disimuladamente, y tardó unos instantes en contestar.
—A los mentirosos y a los fisgones —contestó, recio, a la primera pregunta—. Y disfruto castigando a ambos —remachó, dando por contestada la segunda pregunta—. Mi mayor ambición es ser un gran guerrero que devuelva al clan Uchiha al lugar que por historia y casta le pertenece.
Después de tres dardos directos, Akame creyó oportuno sazonarlo todo con algo de verdad.
—¿El reto más grande? Superarme cada día. No tengo traumas ni he estado nunca cerca de morir. Tampoco he matado a nadie —mintió, de corrido, como si temiese que su voz o sus palabras le delatarían si se detenía mucho en aquellos asuntos.