8/08/2017, 20:46
Guardando silencio hasta el final, y escuchando con atención a sus compañeros, Kōtetsu fue el último en contestar:
—Detesto cuando los fuertes abusan de los débiles; disfruto ponerme a prueba, llevar mis habilidades al límite; ambiciono alcanzar el equilibrio y el perfeccionamiento en todas mis competencias; el mayor de mis desafíos es llegar comprender como debe ser y vivir un ninja; el peor de mis traumas creo que ha sido el quedarme solo luego de una gran batalla; en varias ocasiones he estado cerca de morir, siempre por combates y similares.
En aquel punto, algo en su interior le decía que era mejor comenzar a ser discreto, pero la magnitud de su sinceridad era demasiado grande como para permitirle escuchar aquella voz de sentido común.
—Y… Bueno, sí, ya he matado a alguien, pero fue durante un asalto de bandidos que querían arrasar al pueblo en donde me crie… Y se sintió como que hice lo que debía hacerse.
—¿En serio? —pregunto de repente, incredulo—. Es que no tienes cara de arrepentimiento, ni de odio, ni de orgullo, ni ninguna de esas sensiblerías de quienes han matado.
—No tengo porque arrepentirme de nada, estaba defendiendo mi hogar de gente malvada.
Se hizo un largo silencio mientras Satomu terminaba de tomar notas, para luego guardar sus nuevos registros y beber un poco de agua.
—Me parecen excelentes todas sus respuestas. Ahora es mi turno de responder —aseguro, reclinándose y elevando la mirada.
»Odio todo aquello que se interponga en mi arte… Disfruto dando rienda suelta a mi arte… Ambiciono seguir haciendo lo que me gusta hasta el día en que muera… Mejorar mis habilidades y mi trabajar, ese es mi mayor y eterno desafío… Mi mayor trauma pertenece a cuando me robaron y destruyeron una esculturas muy preciadas y personales… Recuerdo una vez en que estuve encerrado, trabajando, sin comer ni beber durante cinco días y casi estiro la pata por ello… Yo solo he matado a una persona en toda mi vida —de pronto, el rostro del escultor se torno duro y frio como el de sus esculturas, mientras que un humo sombrío parecía emanar de sus recuerdos—: Fue al miserable causante de mi trauma, aquel ladrón y destructor de arte. Un insensato que subestimo el amor que tengo hacia mis creaciones y que encontró su final la noche en que logre poner mi manos alrededor de su asqueroso cuello.
»Claro, apenas recuerdo lo vengativo que me sentía por aquel entonces. Y eso fue hace mucho tiempo, cuando mis manos aun eran fuertes. Ahora no soy capaz ni de matar una cucaracha sin hacerme daño a mí mismo.
Dejo escapar una risa y aquello le llevo de vuelta a su burlón y habitual estado de ánimo.
—Bien, ahora sí, ¿están listos, para que los convierta en efigies, ¡en obras inmortales!? —pregunto con emoción volcánica, levantándose de su asiento.
—Si, cla... Espere, ¿que fue lo que dijo? —se atrevió a indagar luego de unos tensos y silenciosos segundos en los que miro a sus compañeros. Aun no estaba seguro de cómo reaccionar ante las bizarras confesiones del escultor, ni de si sus oidos habia captado correctamente sus ultimas palabras.
—Para comenzar a trabajar en ustedes… quiero decir, claro, en sus esculturas.
—Detesto cuando los fuertes abusan de los débiles; disfruto ponerme a prueba, llevar mis habilidades al límite; ambiciono alcanzar el equilibrio y el perfeccionamiento en todas mis competencias; el mayor de mis desafíos es llegar comprender como debe ser y vivir un ninja; el peor de mis traumas creo que ha sido el quedarme solo luego de una gran batalla; en varias ocasiones he estado cerca de morir, siempre por combates y similares.
En aquel punto, algo en su interior le decía que era mejor comenzar a ser discreto, pero la magnitud de su sinceridad era demasiado grande como para permitirle escuchar aquella voz de sentido común.
—Y… Bueno, sí, ya he matado a alguien, pero fue durante un asalto de bandidos que querían arrasar al pueblo en donde me crie… Y se sintió como que hice lo que debía hacerse.
—¿En serio? —pregunto de repente, incredulo—. Es que no tienes cara de arrepentimiento, ni de odio, ni de orgullo, ni ninguna de esas sensiblerías de quienes han matado.
—No tengo porque arrepentirme de nada, estaba defendiendo mi hogar de gente malvada.
Se hizo un largo silencio mientras Satomu terminaba de tomar notas, para luego guardar sus nuevos registros y beber un poco de agua.
—Me parecen excelentes todas sus respuestas. Ahora es mi turno de responder —aseguro, reclinándose y elevando la mirada.
»Odio todo aquello que se interponga en mi arte… Disfruto dando rienda suelta a mi arte… Ambiciono seguir haciendo lo que me gusta hasta el día en que muera… Mejorar mis habilidades y mi trabajar, ese es mi mayor y eterno desafío… Mi mayor trauma pertenece a cuando me robaron y destruyeron una esculturas muy preciadas y personales… Recuerdo una vez en que estuve encerrado, trabajando, sin comer ni beber durante cinco días y casi estiro la pata por ello… Yo solo he matado a una persona en toda mi vida —de pronto, el rostro del escultor se torno duro y frio como el de sus esculturas, mientras que un humo sombrío parecía emanar de sus recuerdos—: Fue al miserable causante de mi trauma, aquel ladrón y destructor de arte. Un insensato que subestimo el amor que tengo hacia mis creaciones y que encontró su final la noche en que logre poner mi manos alrededor de su asqueroso cuello.
»Claro, apenas recuerdo lo vengativo que me sentía por aquel entonces. Y eso fue hace mucho tiempo, cuando mis manos aun eran fuertes. Ahora no soy capaz ni de matar una cucaracha sin hacerme daño a mí mismo.
Dejo escapar una risa y aquello le llevo de vuelta a su burlón y habitual estado de ánimo.
—Bien, ahora sí, ¿están listos, para que los convierta en efigies, ¡en obras inmortales!? —pregunto con emoción volcánica, levantándose de su asiento.
—Si, cla... Espere, ¿que fue lo que dijo? —se atrevió a indagar luego de unos tensos y silenciosos segundos en los que miro a sus compañeros. Aun no estaba seguro de cómo reaccionar ante las bizarras confesiones del escultor, ni de si sus oidos habia captado correctamente sus ultimas palabras.
—Para comenzar a trabajar en ustedes… quiero decir, claro, en sus esculturas.