8/08/2017, 21:24
Akame se mantenía quieto en su asiento pero, disimuladamente, el dedo índice de su mano derecha no paraba de dar golpecitos en el antebrazo izquierdo. Allí algo olía muy mal, y empezó a oler todavía peor cuando Satomu dio rienda suelta —sin que nadie le hubiese preguntado— a sus más oscuros secretos y fantasías. «Este tipo está como una regadera», fue la conclusión del Uchiha.
Pero no todo quedó ahí. El escultor aseguró haber matado una vez a alguien con sus propias manos —cosa que, después de ver el chakra tan concentrado que fluía por ellas, Akame creía del todo posible— y su rostro se tornó sombrío mientras lo contaba. Inconscientemente, el Uchiha se acomodó en su asiento y retrasó la mano diestra; que dejó apoyada en el pomo de su espada.
Si hasta ese momento toda la aventura había estado llena de enigmas, medias verdades y peligros, allí fue cuando Uchiha Akame tuvo la certeza de que el destino que les reservaba Satomu no era para nada inocente. «Aquí hay algo más en juego, este loco no quiere construir sólo unas esculturas»; entonces Akame recordó cómo había visto, gracias a su Sharingan, el flujo de chakra en el interior de las piezas de piedra. «Por las tetas de Amaterasu... Este maldito quiere convertirnos en las esculturas».
—Claro, cómo no —replicó el Uchiha, mirando a Kaido—. Como dicen en mi pueblo, las mujeres y los tiburones primero.
Claro, Akame no tenía intención de dejar que aquel tipo les hiciese daño alguno. Pero atacarle directamente podría ser del todo menos productivo, y viendo la pasión que Satomu ponía al hablar de su trabajo, no era mucho suponer que una vez empezase a moldear la piedra todo lo demás se volvería secundario para él.
Ése sería el momento de ponerle un acero en la garganta y empezar a hacer las preguntas correctas.
Pero no todo quedó ahí. El escultor aseguró haber matado una vez a alguien con sus propias manos —cosa que, después de ver el chakra tan concentrado que fluía por ellas, Akame creía del todo posible— y su rostro se tornó sombrío mientras lo contaba. Inconscientemente, el Uchiha se acomodó en su asiento y retrasó la mano diestra; que dejó apoyada en el pomo de su espada.
Si hasta ese momento toda la aventura había estado llena de enigmas, medias verdades y peligros, allí fue cuando Uchiha Akame tuvo la certeza de que el destino que les reservaba Satomu no era para nada inocente. «Aquí hay algo más en juego, este loco no quiere construir sólo unas esculturas»; entonces Akame recordó cómo había visto, gracias a su Sharingan, el flujo de chakra en el interior de las piezas de piedra. «Por las tetas de Amaterasu... Este maldito quiere convertirnos en las esculturas».
—Claro, cómo no —replicó el Uchiha, mirando a Kaido—. Como dicen en mi pueblo, las mujeres y los tiburones primero.
Claro, Akame no tenía intención de dejar que aquel tipo les hiciese daño alguno. Pero atacarle directamente podría ser del todo menos productivo, y viendo la pasión que Satomu ponía al hablar de su trabajo, no era mucho suponer que una vez empezase a moldear la piedra todo lo demás se volvería secundario para él.
Ése sería el momento de ponerle un acero en la garganta y empezar a hacer las preguntas correctas.