8/08/2017, 23:54
(Última modificación: 8/08/2017, 23:58 por Umikiba Kaido.)
—Claro, cómo no —replicó el Uchiha, mirando a Kaido—. Como dicen en mi pueblo, las mujeres y los tiburones primero.
Kaido sonrió, sorprendido. Tan sorprendido como puede estar alguien cuando su compañero, aún habiendo escuchado la cantidad de sandeces y locuras que hubo recitado el escultor, igual decide enviarte directo a la boca del lobo. Protegiéndose a sí mismo, sin importar que los demás se convirtiesen en mísera carnada.
Muy apropiado que la carnada fuera, de hecho, nada más y nada menos que el tiburón.
Tragó saliva, y siguió sonriendo, ahora nervioso. ¿Pero iba a ser él el quien demostrase que temía por su vida en ese momento? ni de coña. Aunque tuviera que convertirse en piedra.
Ahí, se vería realmente quién es quién.
—Parece que el clan Uchiha no es tan glorioso después de todo —atizó, volteando a ver a Kotetsu. Pero sus ojos no transmitían furia contenida ni amenaza, sino un ligero deje de camaradería, aquella que quizás habían cultivado durante la batalla con aquellos clones de arcilla. Sabía que el honor era el estandarte de los Hakagurē. Si los valores de un clan extinto aún seguían vivos en su único descendiente, quizás, tendría una mano amiga después de todo—. venga, manos a la puta obra.
Dicho lo dicho, el escualo embargó su rostro de seriedad. Y a su cuerpo de agua, en secreto. Lo que fuera que pensase hacer aquel viejo hijo de perra, bien tendría que vérselas primero con los genes de su clan. Y con su par de huevos azules, grandes y llenos de hombría.
Kaido sonrió, sorprendido. Tan sorprendido como puede estar alguien cuando su compañero, aún habiendo escuchado la cantidad de sandeces y locuras que hubo recitado el escultor, igual decide enviarte directo a la boca del lobo. Protegiéndose a sí mismo, sin importar que los demás se convirtiesen en mísera carnada.
Muy apropiado que la carnada fuera, de hecho, nada más y nada menos que el tiburón.
Tragó saliva, y siguió sonriendo, ahora nervioso. ¿Pero iba a ser él el quien demostrase que temía por su vida en ese momento? ni de coña. Aunque tuviera que convertirse en piedra.
Ahí, se vería realmente quién es quién.
—Parece que el clan Uchiha no es tan glorioso después de todo —atizó, volteando a ver a Kotetsu. Pero sus ojos no transmitían furia contenida ni amenaza, sino un ligero deje de camaradería, aquella que quizás habían cultivado durante la batalla con aquellos clones de arcilla. Sabía que el honor era el estandarte de los Hakagurē. Si los valores de un clan extinto aún seguían vivos en su único descendiente, quizás, tendría una mano amiga después de todo—. venga, manos a la puta obra.
Dicho lo dicho, el escualo embargó su rostro de seriedad. Y a su cuerpo de agua, en secreto. Lo que fuera que pensase hacer aquel viejo hijo de perra, bien tendría que vérselas primero con los genes de su clan. Y con su par de huevos azules, grandes y llenos de hombría.