9/08/2017, 22:20
—Vamos adentro, mejor. No sería buena idea que todos nos vieran entrenando.
Y como líder de manada, Kaido tomó rumbo hacia el edificio central, adyacente a los cuartos para los huéspedes-participantes.
Bastaron cinco minutos para que el escualo, acompañado de su amigo el calvo; diera finalmente con la entrada principal del edificio tradicional japonés, más al fondo de las otras dos edificaciones. Era tan amplio como se podía esperar de una zona dispuesta tácitamente para socializar, y entrenar, además. No sólo contaba con un buen número de sofá bien ubicados —con alguna que otra despensa para tomar té, café, y otras tentempiés— sino también con un par de plataformas externas abiertas al público para combate, además de otras habitaciones más exclusivas para entrenamiento personal.
Kaido se movió entonces como pez en el agua, ignorando lo que fuera que estuviese ahí, husmeando; y se dirigió directamente hasta el final del pasillo.
Luego un cruce a la izquierda, y otro a la derecha. Finalmente, se adentró a una de las plataformas.
Adentro, lo esperado: una decoración estilo Dojo, como lo era todo en el Valle. Paredes decoradas con carteles característicos de movimientos de defensa, algunas armas antañas a modo de exhibición y alguno que otro artilugio para entrenar. Pesas, muñecos de madera, entre otros.
El tiburón se quitó las sandalias, la bandana, y su bolso de utensilios shinobi. De un par de saltos y un par de sprint trazó una vuelta alrededor del cuarto, y luego ocupó su puesto en el extremo derecho.
—Bien, calvito. Pareces un tipo que entrena bastante su cuerpo, así que me parece interesante si nos batimos un poco con el más simple y puro Taijutsu. ¿Qué dices?
Y como líder de manada, Kaido tomó rumbo hacia el edificio central, adyacente a los cuartos para los huéspedes-participantes.
Bastaron cinco minutos para que el escualo, acompañado de su amigo el calvo; diera finalmente con la entrada principal del edificio tradicional japonés, más al fondo de las otras dos edificaciones. Era tan amplio como se podía esperar de una zona dispuesta tácitamente para socializar, y entrenar, además. No sólo contaba con un buen número de sofá bien ubicados —con alguna que otra despensa para tomar té, café, y otras tentempiés— sino también con un par de plataformas externas abiertas al público para combate, además de otras habitaciones más exclusivas para entrenamiento personal.
Kaido se movió entonces como pez en el agua, ignorando lo que fuera que estuviese ahí, husmeando; y se dirigió directamente hasta el final del pasillo.
Luego un cruce a la izquierda, y otro a la derecha. Finalmente, se adentró a una de las plataformas.
Adentro, lo esperado: una decoración estilo Dojo, como lo era todo en el Valle. Paredes decoradas con carteles característicos de movimientos de defensa, algunas armas antañas a modo de exhibición y alguno que otro artilugio para entrenar. Pesas, muñecos de madera, entre otros.
El tiburón se quitó las sandalias, la bandana, y su bolso de utensilios shinobi. De un par de saltos y un par de sprint trazó una vuelta alrededor del cuarto, y luego ocupó su puesto en el extremo derecho.
—Bien, calvito. Pareces un tipo que entrena bastante su cuerpo, así que me parece interesante si nos batimos un poco con el más simple y puro Taijutsu. ¿Qué dices?