9/08/2017, 23:06
(Última modificación: 9/08/2017, 23:06 por Uchiha Akame.)
«¿¡Pero esta tipa está loca!? ¿¡Acaso no entiende que el peligro que corremos es real!?» Akame apretó los puños y los dientes hasta que creyó que se iba a hacer sangre en las manos y a romper las muelas. Quizá Aiko no hubiese visto el chakra de aquel tipo, pero él sí; y también había visto el de ella. Akame sabía muy bien que aquel ninja, fuera quien fuese, estaba muy por encima del nivel de unos gennin como ellos.
—Akiko-san... —murmuró, tratando de vocalizar lo menos posible pero sin moverse del sitio—. Esto es una muy mala idea.
El mercenario, por su parte, les dedicó una mirada gélida y luego bajó la cabeza con un gesto que parecía una negación. Cuando volvió a alzar la vista, hizo un gesto con su mano derecha a los dos muchachos, que parecía indicar "venid".
«Joder, lo tenemos todo en contra. Cero información del enemigo, salvo que nos supera ampliamente en poder, mal terreno de batalla, y encima Datsue-kun todavía no ha vuelto...» Allí, en los tejados, tendrían que cuidarse muy mucho de qué técnicas empleaban. Un jutsu mal lanzado podría destruir el techo del edificio y probablemente dañar a las personas que vivían en él. Akame era consciente de ello y, por la misma razón, desenfundó su espada.
El Lamento de Hazama se cubrió de una capa de chakra índigo justo antes de que su portador se lanzase a la carrera, directo hacia el enemigo. Cuando quedasen apenas unos cinco metros, lanzaría su espada buscando el torso de aquel ninja; esperaba que Aiko fuese lo bastante perceptiva como para ver su jugada y reaccionar en consecuencia... Pero, claro, ella no sabía nada acerca de las habilidades del Uchiha.
Los guardias alzaron una ceja casi al unísono, e incluso uno de ellos soltó un bufido.
—¿"El famoso y venerado Rokuro Hei"? Más bien te referirás a Rokuro-dono, el borracho más músico y célebre de Oonindo —replicó, y su compañero echó a reír—. Créeme, zagal, ese tipo no nos es desconocido. ¿Qué hora es, Takeshi-kun?
El otro se rascó la barbilla, dubitativo. Luego echó un vistazo afuera y respondió con sencillez.
—Debe ser más de mediodía.
—¡Ajá! Secuestro, dices —contestó el primer guardia, mirando a Datsue—. A estas alturas del día, Rokuro-dono estará en la taberna más cercana, cogiéndose una buena kurda. Te sugiero que lo busques allí, chaval.
La última amenaza velada de Datsue sólo consiguió agriar un poco el rostro de los funcionarios, pero no tuvo ni de lejos el efecto que el gennin había imaginado. Al fin y al cabo, aquellos guardias servían a las órdenes del Daimyo —y allí, en Yamiria, su poder era más que evidente—.
—Akiko-san... —murmuró, tratando de vocalizar lo menos posible pero sin moverse del sitio—. Esto es una muy mala idea.
El mercenario, por su parte, les dedicó una mirada gélida y luego bajó la cabeza con un gesto que parecía una negación. Cuando volvió a alzar la vista, hizo un gesto con su mano derecha a los dos muchachos, que parecía indicar "venid".
«Joder, lo tenemos todo en contra. Cero información del enemigo, salvo que nos supera ampliamente en poder, mal terreno de batalla, y encima Datsue-kun todavía no ha vuelto...» Allí, en los tejados, tendrían que cuidarse muy mucho de qué técnicas empleaban. Un jutsu mal lanzado podría destruir el techo del edificio y probablemente dañar a las personas que vivían en él. Akame era consciente de ello y, por la misma razón, desenfundó su espada.
El Lamento de Hazama se cubrió de una capa de chakra índigo justo antes de que su portador se lanzase a la carrera, directo hacia el enemigo. Cuando quedasen apenas unos cinco metros, lanzaría su espada buscando el torso de aquel ninja; esperaba que Aiko fuese lo bastante perceptiva como para ver su jugada y reaccionar en consecuencia... Pero, claro, ella no sabía nada acerca de las habilidades del Uchiha.
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Los guardias alzaron una ceja casi al unísono, e incluso uno de ellos soltó un bufido.
—¿"El famoso y venerado Rokuro Hei"? Más bien te referirás a Rokuro-dono, el borracho más músico y célebre de Oonindo —replicó, y su compañero echó a reír—. Créeme, zagal, ese tipo no nos es desconocido. ¿Qué hora es, Takeshi-kun?
El otro se rascó la barbilla, dubitativo. Luego echó un vistazo afuera y respondió con sencillez.
—Debe ser más de mediodía.
—¡Ajá! Secuestro, dices —contestó el primer guardia, mirando a Datsue—. A estas alturas del día, Rokuro-dono estará en la taberna más cercana, cogiéndose una buena kurda. Te sugiero que lo busques allí, chaval.
La última amenaza velada de Datsue sólo consiguió agriar un poco el rostro de los funcionarios, pero no tuvo ni de lejos el efecto que el gennin había imaginado. Al fin y al cabo, aquellos guardias servían a las órdenes del Daimyo —y allí, en Yamiria, su poder era más que evidente—.