9/08/2017, 23:46
El shinobi se mantuvo estoico ante la acometida de los dos gennin. Sus ojos gélidos los observaron por turnos, y sólo se movió para flexionar ligeramente las rodillas. Akame lanzó su espada, que silbó por el aire directa a empalar a aquel tipo. Aiko creó un clon y se abalanzó sobre su enemigo, portando dos filos de papel con los que buscó segar la vida del mercenario...
Tal y como era de esperar, ninguno de los dos tuvo éxito. El hombre se ladeó para dejar que el Hazama no Goukyuu pasara por al lado suya sin rozarle siquiera. Pareció un movimiento de lo más casual, ligero y casi lento. «No, no es lento... Sólo es demasiado rápido. Mucho más que nosotros», maldijo Akame para sus adentros. «Mierda».
Cuando Aiko y su clon cayeron sobre el mercenario, éste desapareció en un parpadeo. La muchacha notaría entonces un golpe fortísimo en la espalda, que la tiraría de boca contra el tejado, golpeándose en los dientes con las tejas. Su clon desaparecería en una nubecilla de papeles poco después, golpeado también por el shinobi.
—Joder —masculló Akame, dándose la vuelta para encarar al tipo.
Extendió la mano derecha y trató de retomar su espada, pero no le dio tiempo. De repente el rostro de aquel tipo estaba a apenas centímetros del suyo. Akame notó una gran presión en el estómago y tuvo que doblarse por la cintura, escupiendo sangre. Boqueó unos instantes, incapaz de levantarse o siquiera respirar.
Cuando los gennin se recuperasen de aquellos golpes y pudieran alzar la vista por encima de las tejas rojas, el shinobi mercenario ya habría desaparecido.
Los guardias se miraron una vez con cara de estar perdiendo la paciencia. Probablemente la única razón por la que todavía no habían echado a patadas a Datsue era la placa de metal que sostenía en su mano, y que le otorgaba cierta inmunidad, según se viese. El muchacho no cejó en su empeño de convencer a los soldados del Daimyo; cuando mencionó el asunto del asesinato, uno de ellos estuvo apunto de burlarse otra vez... Pero entonces el Uchiha dijo las palabras mágicas.
—¿El Jefe? ¿Qué dices tú, zagal? —replicó el primero.
—No sé, Shouyou-san —dijo el otro, interpelando directamente a su compañero—. El capitán...
—Ya sé lo que dijo el capitán.
El primer soldado cortó en seco al otro. Ambos miraron a Datsue con cierta desconfianza y luego se voltearon para hablar algo entre ellos, susurrando para evitar ser oídos por el shinobi.
—Venga, a ver. Llévanos a donde está El Jefe... Pero como nos estés engañando, ni esa placa te va a salvar del calabozo.
Tal y como era de esperar, ninguno de los dos tuvo éxito. El hombre se ladeó para dejar que el Hazama no Goukyuu pasara por al lado suya sin rozarle siquiera. Pareció un movimiento de lo más casual, ligero y casi lento. «No, no es lento... Sólo es demasiado rápido. Mucho más que nosotros», maldijo Akame para sus adentros. «Mierda».
Cuando Aiko y su clon cayeron sobre el mercenario, éste desapareció en un parpadeo. La muchacha notaría entonces un golpe fortísimo en la espalda, que la tiraría de boca contra el tejado, golpeándose en los dientes con las tejas. Su clon desaparecería en una nubecilla de papeles poco después, golpeado también por el shinobi.
—Joder —masculló Akame, dándose la vuelta para encarar al tipo.
Extendió la mano derecha y trató de retomar su espada, pero no le dio tiempo. De repente el rostro de aquel tipo estaba a apenas centímetros del suyo. Akame notó una gran presión en el estómago y tuvo que doblarse por la cintura, escupiendo sangre. Boqueó unos instantes, incapaz de levantarse o siquiera respirar.
Cuando los gennin se recuperasen de aquellos golpes y pudieran alzar la vista por encima de las tejas rojas, el shinobi mercenario ya habría desaparecido.
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Los guardias se miraron una vez con cara de estar perdiendo la paciencia. Probablemente la única razón por la que todavía no habían echado a patadas a Datsue era la placa de metal que sostenía en su mano, y que le otorgaba cierta inmunidad, según se viese. El muchacho no cejó en su empeño de convencer a los soldados del Daimyo; cuando mencionó el asunto del asesinato, uno de ellos estuvo apunto de burlarse otra vez... Pero entonces el Uchiha dijo las palabras mágicas.
—¿El Jefe? ¿Qué dices tú, zagal? —replicó el primero.
—No sé, Shouyou-san —dijo el otro, interpelando directamente a su compañero—. El capitán...
—Ya sé lo que dijo el capitán.
El primer soldado cortó en seco al otro. Ambos miraron a Datsue con cierta desconfianza y luego se voltearon para hablar algo entre ellos, susurrando para evitar ser oídos por el shinobi.
—Venga, a ver. Llévanos a donde está El Jefe... Pero como nos estés engañando, ni esa placa te va a salvar del calabozo.