El abrupto sonido del golpe que propinaron los guardas al sacudir la puerta, hicieron que Aiko regresase levemente a la consciencia. Con la boca ensangrentada aún, alcanzó a hincar la zurda en el suelo, e intentar levantar al menos el torso. Las fuerzas le flaquearon, su pulso tembló, y no atinó mas que a caer de nuevo al suelo.
«Maldita sea... ¡maldita sea joder!»
Hincó los dientes, y apretó los puños. El golpe aún le dolía, pero quizás le dolía mas el rostro y los labios del propio impacto contra el suelo. De nuevo, alzó la mano aunque ésta vez se ayudó del codo de su otro brazo. Levemente, se alzó en torso y mirada. A su alrededor, no había nada. En la parte baja del edificio se escuchaba un fuerte bullicio... y Akame, él no estaba.
La chica escupió un poco mas de sangre a su lado. Terminó por sentarse, a duras penas, y tras volver en sí misma, se pasó el dorso de la mano por los labios, quitándose gran parte de la sangre que tenía en la boca. Eso si, con el correspondiente dolor. Por suerte o desgracia, la herida ya había sanado, tan solo quedaba el resentimiento.
«Debería bajar... ¿no? ¿Ya llegaron los refuerzos?»
La chica, tan rápido como el cuerpo le permitía —lo cual no era mucho— asomó por la cornisa. Se tomó su tiempo, pero bajó. Allí, encontraría que una buena tropa de soldados habían atrapado a algunos de los bandidos, Akame se encontraba en el marco de la puerta, e incluso Datsue se encontraba allí.
—¿Estás bien... Akame? —preguntó, como principal preocupación.
«Maldita sea... ¡maldita sea joder!»
Hincó los dientes, y apretó los puños. El golpe aún le dolía, pero quizás le dolía mas el rostro y los labios del propio impacto contra el suelo. De nuevo, alzó la mano aunque ésta vez se ayudó del codo de su otro brazo. Levemente, se alzó en torso y mirada. A su alrededor, no había nada. En la parte baja del edificio se escuchaba un fuerte bullicio... y Akame, él no estaba.
La chica escupió un poco mas de sangre a su lado. Terminó por sentarse, a duras penas, y tras volver en sí misma, se pasó el dorso de la mano por los labios, quitándose gran parte de la sangre que tenía en la boca. Eso si, con el correspondiente dolor. Por suerte o desgracia, la herida ya había sanado, tan solo quedaba el resentimiento.
«Debería bajar... ¿no? ¿Ya llegaron los refuerzos?»
La chica, tan rápido como el cuerpo le permitía —lo cual no era mucho— asomó por la cornisa. Se tomó su tiempo, pero bajó. Allí, encontraría que una buena tropa de soldados habían atrapado a algunos de los bandidos, Akame se encontraba en el marco de la puerta, e incluso Datsue se encontraba allí.
—¿Estás bien... Akame? —preguntó, como principal preocupación.