10/08/2017, 21:13
«Yo tampoco, maldita sea, yo tampoco...» Pese a su Sharingan, Akame no había visto venir —ni por poco— el ataque de aquel shinobi. Apretó los dientes; de aquel encuentro se llevaba un cuerpo dolorido y una valiosa dosis de realidad. A Oonindo no le importaba él, ni su sangre Uchiha, ni su Sharingan. Parecía que el mundo ninja siempre tenía un oponente poderoso que arrojar encima de los que sacaban los pies del plato.
Esa revelación le irritó profundamente, como a un niño al que le niegan un dulce. Él quería ser poderoso, quería ser como Ryuma o Hazama, como los guerreros de las leyendas... Y, en aquel momento, sólo podía verse a sí mismo como a un pedazo de ñordo que alguien había cagado a un lado de la carretera.
Los muchachos caminaron calle arriba mientras Datsue y Aiko aireaban sus pensamientos. Akame se encontraba demasiado mareado como para discutir, de modo que simplemente se limitó a asentir.
—Me da igual —soltó, de repente—. Lo haré. Seré más poderoso que todos ellos.
Más que una declaración de intenciones, parecía que el Uchiha hubiese estado pensando en voz alta. Todavía con la cabeza gacha, se apoyó en el hombro de su compatriota y masculló.
—Vámonos de aquí, Datsue-kun. Volvamos a Uzushio... Creo que he tenido suficiente de esta ciudad para un par de estaciones.
Sus aventuras en Yamiria podía decirse que no habían sido muy productivas; el Jefe seguiría, probablemente, disfrutando de su posición como capo del hampa en la ciudad —tal vez con el shinobi mercenario a sus órdenes—. Y de Rokuro Hei, quizás nunca volvieran a saber...
¿O sí?
Esa revelación le irritó profundamente, como a un niño al que le niegan un dulce. Él quería ser poderoso, quería ser como Ryuma o Hazama, como los guerreros de las leyendas... Y, en aquel momento, sólo podía verse a sí mismo como a un pedazo de ñordo que alguien había cagado a un lado de la carretera.
Los muchachos caminaron calle arriba mientras Datsue y Aiko aireaban sus pensamientos. Akame se encontraba demasiado mareado como para discutir, de modo que simplemente se limitó a asentir.
—Me da igual —soltó, de repente—. Lo haré. Seré más poderoso que todos ellos.
Más que una declaración de intenciones, parecía que el Uchiha hubiese estado pensando en voz alta. Todavía con la cabeza gacha, se apoyó en el hombro de su compatriota y masculló.
—Vámonos de aquí, Datsue-kun. Volvamos a Uzushio... Creo que he tenido suficiente de esta ciudad para un par de estaciones.
Sus aventuras en Yamiria podía decirse que no habían sido muy productivas; el Jefe seguiría, probablemente, disfrutando de su posición como capo del hampa en la ciudad —tal vez con el shinobi mercenario a sus órdenes—. Y de Rokuro Hei, quizás nunca volvieran a saber...
¿O sí?