11/08/2017, 23:45
—Ah, sí —afirmó Koko—. Los vicios son malos, más si no sabes nada de los tipos por los que apuestas nada —agregó, y Ayame asintió con energía, de acuerdo con ella.
—Ah, pero sí te conoces a ti misma, ¿verdad Koko? —rebatió Datsue—. Podrías apostar por ti… ¿o no confías en ganar?
«La verdad es que no.» Pensó Ayame, aunque no le había preguntado a ella, y no pudo evitar esbozar una media sonrisa.
—Y sobre los tres tabúes, Ayame… —continuó el de Uzushiogakure—. Eso son más como pequeñas directrices. Además, esta es una porra de lo más amistosa. No tiene nada de malo, ¡sino todo lo contrario! Lo importante no es el dinero en sí, sino que con ello demostramos nuestra confianza en un compañero de aldea, en un amigo extranjero, o en uno mismo. Pero esperad, esperad. ¡Comprendo vuestras dudas! —añadió, antes de que rebatirle—. Dejad que os aconseje un poco, pues…
El muchacho, en aquella posición tan incómoda, rebuscó como pudo entre sus bolsillos. Poco después sacó un pequeño papel que elevó por encima de su cabeza y lo desdobló varias veces.
—Bien, veamos… Ah, sí. En Uzu los más votados son Akame el Profesional y… yo. Si queréis saber mi opinión, creo que la apuesta segura en mi Villa es por mí —comenzó, sin ningún tipo de modestia. Y aquello hizo reír a Ayame—. Pero esa ya es cosa vuestra, claro. En Kusa, un chico llamado Yota se lleva la mayoría de las apuestas. Muy temperamental, aunque dicen que es bastante bueno a pesar de ser Kusareño. En Ame… Ah, aquí está más repartida la cosa. Un chico llamado Kaido recibió un par de apuestas. Se refieren a él como el Tiburón, y dicen que da puñetazos capaces de reventar un muro de hormigón. También está Aiko, de quien ya os hablé… y Daruu —Ayame pegó un pequeño brinco al escuchar su nombre—. Dicen que posee un dōjutsu ancestral y que es muy habilidoso, pero se le provoca fácilmente y se deja llevar demasiado por las emociones.
—¿Qué...? —farfulló, con una risilla.
—¡Oh, ¿y cómo no me di cuenta hasta ahora?! ¡Pero sí tú también estás, Ayame! —exclamó, señalando un punto en el papelito donde ponía “Akame”—. ¡Y de las más votadas, además! Aunque no recuerdo que mencionasen ningún poder especial respecto a ti… Debes de ser muy buena para que tanta gente confíe en ti, ¿eh?
Ayame estaba perpleja, con los ojos abiertos de par en par.
—¡¿Qué?! ¡¿Yo también estoy?! —exclamó, con una voz aguda en la que intentaba por todos los medios contener la emoción—. ¡A ver! ¡Déjame ve...! ¡Ah!
Ni corta ni perezosa, se había puesto de puntillas y se había apoyado en el brazo del shinobi tratando de hacerlos bajar para poder dejarlos a su altura y ver el contenido del papel. A consecuencia de este movimiento, sus pies se enredaron en el último momento, y Ayame se abalanzó sobre Koko y Datsue. La pirámide humana se derrumbó en una algarabía de brazos y piernas enredadas. Y en el momento del impacto, Ayame hizo uso de su habilidad especial.
Y su cuerpo estalló en una explosión de agua, como un globo recién pinchado.
—Ah, pero sí te conoces a ti misma, ¿verdad Koko? —rebatió Datsue—. Podrías apostar por ti… ¿o no confías en ganar?
«La verdad es que no.» Pensó Ayame, aunque no le había preguntado a ella, y no pudo evitar esbozar una media sonrisa.
—Y sobre los tres tabúes, Ayame… —continuó el de Uzushiogakure—. Eso son más como pequeñas directrices. Además, esta es una porra de lo más amistosa. No tiene nada de malo, ¡sino todo lo contrario! Lo importante no es el dinero en sí, sino que con ello demostramos nuestra confianza en un compañero de aldea, en un amigo extranjero, o en uno mismo. Pero esperad, esperad. ¡Comprendo vuestras dudas! —añadió, antes de que rebatirle—. Dejad que os aconseje un poco, pues…
El muchacho, en aquella posición tan incómoda, rebuscó como pudo entre sus bolsillos. Poco después sacó un pequeño papel que elevó por encima de su cabeza y lo desdobló varias veces.
—Bien, veamos… Ah, sí. En Uzu los más votados son Akame el Profesional y… yo. Si queréis saber mi opinión, creo que la apuesta segura en mi Villa es por mí —comenzó, sin ningún tipo de modestia. Y aquello hizo reír a Ayame—. Pero esa ya es cosa vuestra, claro. En Kusa, un chico llamado Yota se lleva la mayoría de las apuestas. Muy temperamental, aunque dicen que es bastante bueno a pesar de ser Kusareño. En Ame… Ah, aquí está más repartida la cosa. Un chico llamado Kaido recibió un par de apuestas. Se refieren a él como el Tiburón, y dicen que da puñetazos capaces de reventar un muro de hormigón. También está Aiko, de quien ya os hablé… y Daruu —Ayame pegó un pequeño brinco al escuchar su nombre—. Dicen que posee un dōjutsu ancestral y que es muy habilidoso, pero se le provoca fácilmente y se deja llevar demasiado por las emociones.
—¿Qué...? —farfulló, con una risilla.
—¡Oh, ¿y cómo no me di cuenta hasta ahora?! ¡Pero sí tú también estás, Ayame! —exclamó, señalando un punto en el papelito donde ponía “Akame”—. ¡Y de las más votadas, además! Aunque no recuerdo que mencionasen ningún poder especial respecto a ti… Debes de ser muy buena para que tanta gente confíe en ti, ¿eh?
Ayame estaba perpleja, con los ojos abiertos de par en par.
—¡¿Qué?! ¡¿Yo también estoy?! —exclamó, con una voz aguda en la que intentaba por todos los medios contener la emoción—. ¡A ver! ¡Déjame ve...! ¡Ah!
Ni corta ni perezosa, se había puesto de puntillas y se había apoyado en el brazo del shinobi tratando de hacerlos bajar para poder dejarlos a su altura y ver el contenido del papel. A consecuencia de este movimiento, sus pies se enredaron en el último momento, y Ayame se abalanzó sobre Koko y Datsue. La pirámide humana se derrumbó en una algarabía de brazos y piernas enredadas. Y en el momento del impacto, Ayame hizo uso de su habilidad especial.
Y su cuerpo estalló en una explosión de agua, como un globo recién pinchado.