9/07/2015, 23:51
La tensión se fue acumulando en el ambiente, el aire parecía cada vez más denso. Una amalgama de sentimientos oscuros, todos dirigidos hacia un mismo punto. Kōri se alzaba impertérrito en el ojo de un huracán de desesperación, ira, tristeza, angustia, rabia...
El cuerpo de Daruu chispeó momentáneamente, y Ayame le dirigió una aterrada mirada. Repentinamente, su brazo se incendió salvajemente. Y por la tensión de su cuerpo, parecía una bestia a punto de saltar sobre su presa. El jonin le sostuvo la mirada, gélida contra apasionada. Finalmente, el genin golpeó el suelo para descargar sus sentimientos, la tierra sufrió el peso de su ira y el humo ascendió como un gemido cuando retiró el puño. Se había rendido a su destino. Ya sin el fuego recorriendo su cuerpo, se levantó estoico y obedeció a la orden del que había sido su fugaz profesor.
Se marchó con grandes zancadas.
Pero Reiji no parecía ser del tipo de personas que agacharan la cabeza sin más. Aunque aparentemente calmo, sus palabras resonaron insolentes provenientes de un genin que se estaba dirigiendo a su superior. Ayame se encogió sobre sí misma, y sus ojos buscaron temerosos los de su hermano, pero él se mantenía tan imperturbable como al principio. Tomó la bandana que le había lanzado y se limitó a suspirar.
—Nunca subestimo a un oponente, Reiji-kun. Ya seáis genin o ANBU, no voy a tener ningún tipo de consideraciones con un oponente por débil que pueda parecer —le espetó, cortante—. Pero deberías contener tu lengua, si un jonin te pide explicaciones vas a tener que darlas sin rechistar. Que os quede claro, siendo vuestro sensei o no, sigo siendo vuestro superior. Me he puesto delante de Ayame porque os he dicho que no permitiría que os sacrificaráis entre vosotros; y, créeme, sé cuando un ataque va en serio o no. Con la velocidad a la que iba tu látigo de sangre, era imposible que lo deshicieras a tiempo de no hacerle daño a vuestra compañera. Pero habría hecho lo mismo si hubiera sido Daruu-kun o incluso tú mismo. Y ya os lo he dicho mil veces, os dije que tomárais la prueba como una misión, no como un examen. Es cosa vuestra juzgar cómo debíais tratar los cascabeles... Pero quiero creer que no lo haríais así si estuviérais en una misión de verdad.
»Por eso os mando a la Academia de nuevo, por vuestra desenvoltura en una misión, por vuestro trabajo en equipo y por vuestras... metodologías, si quieres llamarlo así.
Se dio la vuelta, la conversación había terminado. Y cuando Reiji desapareció del lugar se volvió a Ayame.
—No... por favor, Kōri... No así... —no se había dado cuenta hasta ahora, pero las lágrimas corrían por sus mejillas. Sin embargo, sabía que sus ruegos no servirían de nada frente a alguien tan gélido como el jonin, pero aún así no pudo evitar retroceder ligeramente cuando le vio alzar la mano con la palma hacia arriba.
Las bandanas de sus compañeros tintinearon delicadamente al entrechocar entre sí.
Había suspendido. Pero además de eso le quería obligar a quitarse la bandana en mitad de la calle. Abrió los labios para formular una nueva súplica, pero antes de que pudiera siquiera inspirar Kōri se adelantó y le arrancó la bandana de la frente con una facilidad insultante. Ayame ahogó una exclamación. Se llevó las manos a la frente para cubrirse la marca de nacimiento y con un sollozo desesperado se dio media vuelta y echó a correr hacia el interior de la ciudad llorando amargamente.
Ni siquiera se paró a pensar en cómo le explicaría a su padre que debería volver de nuevo a la Academia. Que había suspendido la prueba de su hermano mayor.
«Estaban orgullosos de mí... Me prepararon mi comida favorita para celebrarlo...» Las lágrimas inundaron sus ojos. Prácticamente no veía por dónde iba. Pero su desesperación era su guía.
Llegó antes de lo que habría esperado a su apartamento. Se resguardó en la pared del ascensor llorando con toda la fuerza de sus pulmones, y cuando el amargo "ding" indicó que había llegado a su destino, se abalanzó sobre la puerta de entrada y la abrió como una exhalación.
—¡Ayame! ¿Pero por qué vien...?
Ni siquiera le dio tiempo a terminar la frase. Ayame se encerró en su cuarto con un sonoro portazo y se echó sobre la cama para enterrar la cara en la almohada y ahogar los gritos de desesperación que pugnaban por salir de su pecho.
Al cabo de un rato, el cansancio acumulado la arrastró a un sueño inquieto plagado de pesadillas.
Ya era de día en la aldea de Amegakure. La lluvía caía con aplomo sobre los rascacielos y el amanecer abrazó a todos los durmientes. En tres casas diferentes, sobre la mesita noche de tres genin que acababan de perder sus bandanas, un pequeño papel rezaba:
El cuerpo de Daruu chispeó momentáneamente, y Ayame le dirigió una aterrada mirada. Repentinamente, su brazo se incendió salvajemente. Y por la tensión de su cuerpo, parecía una bestia a punto de saltar sobre su presa. El jonin le sostuvo la mirada, gélida contra apasionada. Finalmente, el genin golpeó el suelo para descargar sus sentimientos, la tierra sufrió el peso de su ira y el humo ascendió como un gemido cuando retiró el puño. Se había rendido a su destino. Ya sin el fuego recorriendo su cuerpo, se levantó estoico y obedeció a la orden del que había sido su fugaz profesor.
Se marchó con grandes zancadas.
Pero Reiji no parecía ser del tipo de personas que agacharan la cabeza sin más. Aunque aparentemente calmo, sus palabras resonaron insolentes provenientes de un genin que se estaba dirigiendo a su superior. Ayame se encogió sobre sí misma, y sus ojos buscaron temerosos los de su hermano, pero él se mantenía tan imperturbable como al principio. Tomó la bandana que le había lanzado y se limitó a suspirar.
—Nunca subestimo a un oponente, Reiji-kun. Ya seáis genin o ANBU, no voy a tener ningún tipo de consideraciones con un oponente por débil que pueda parecer —le espetó, cortante—. Pero deberías contener tu lengua, si un jonin te pide explicaciones vas a tener que darlas sin rechistar. Que os quede claro, siendo vuestro sensei o no, sigo siendo vuestro superior. Me he puesto delante de Ayame porque os he dicho que no permitiría que os sacrificaráis entre vosotros; y, créeme, sé cuando un ataque va en serio o no. Con la velocidad a la que iba tu látigo de sangre, era imposible que lo deshicieras a tiempo de no hacerle daño a vuestra compañera. Pero habría hecho lo mismo si hubiera sido Daruu-kun o incluso tú mismo. Y ya os lo he dicho mil veces, os dije que tomárais la prueba como una misión, no como un examen. Es cosa vuestra juzgar cómo debíais tratar los cascabeles... Pero quiero creer que no lo haríais así si estuviérais en una misión de verdad.
»Por eso os mando a la Academia de nuevo, por vuestra desenvoltura en una misión, por vuestro trabajo en equipo y por vuestras... metodologías, si quieres llamarlo así.
Se dio la vuelta, la conversación había terminado. Y cuando Reiji desapareció del lugar se volvió a Ayame.
—No... por favor, Kōri... No así... —no se había dado cuenta hasta ahora, pero las lágrimas corrían por sus mejillas. Sin embargo, sabía que sus ruegos no servirían de nada frente a alguien tan gélido como el jonin, pero aún así no pudo evitar retroceder ligeramente cuando le vio alzar la mano con la palma hacia arriba.
Las bandanas de sus compañeros tintinearon delicadamente al entrechocar entre sí.
Había suspendido. Pero además de eso le quería obligar a quitarse la bandana en mitad de la calle. Abrió los labios para formular una nueva súplica, pero antes de que pudiera siquiera inspirar Kōri se adelantó y le arrancó la bandana de la frente con una facilidad insultante. Ayame ahogó una exclamación. Se llevó las manos a la frente para cubrirse la marca de nacimiento y con un sollozo desesperado se dio media vuelta y echó a correr hacia el interior de la ciudad llorando amargamente.
Ni siquiera se paró a pensar en cómo le explicaría a su padre que debería volver de nuevo a la Academia. Que había suspendido la prueba de su hermano mayor.
«Estaban orgullosos de mí... Me prepararon mi comida favorita para celebrarlo...» Las lágrimas inundaron sus ojos. Prácticamente no veía por dónde iba. Pero su desesperación era su guía.
Llegó antes de lo que habría esperado a su apartamento. Se resguardó en la pared del ascensor llorando con toda la fuerza de sus pulmones, y cuando el amargo "ding" indicó que había llegado a su destino, se abalanzó sobre la puerta de entrada y la abrió como una exhalación.
—¡Ayame! ¿Pero por qué vien...?
Ni siquiera le dio tiempo a terminar la frase. Ayame se encerró en su cuarto con un sonoro portazo y se echó sobre la cama para enterrar la cara en la almohada y ahogar los gritos de desesperación que pugnaban por salir de su pecho.
Al cabo de un rato, el cansancio acumulado la arrastró a un sueño inquieto plagado de pesadillas.
...
Ya era de día en la aldea de Amegakure. La lluvía caía con aplomo sobre los rascacielos y el amanecer abrazó a todos los durmientes. En tres casas diferentes, sobre la mesita noche de tres genin que acababan de perder sus bandanas, un pequeño papel rezaba:
«Hoy es el comienzo de un duro curso. La inauguración será frente a la entrada principal del edificio de la Arashikage a las 9:00AM. No se admitirán retrasos.»