17/08/2017, 19:57
Explorar el Valle en toda su extensión se había convertido en una tarea rutinaria para un tiburón que, habiendo pasado la primera ronda; tendría que aguardar hasta que se anunciasen las fechas para la próxima instancia. Una que no se antojaba cerca ni mucho menos, teniendo en cuenta que tanto los ganadores como los perdedores tendrían que recuperarse plenamente de sus heridas, para así poder entrar al ring nuevamente, y los otros, volver a casa.
Kaido, sin embargo, apenas y se había esforzado para ganar el primer combate. No sufrió heridas, y por tanto no tenía nada de lo qué recuperarse. Eso significaba tener tanto tiempo libre que, de un momento a otro, Nishinoya se convirtió en una constante rutina a la que no querría ver en un buen tiempo.
La única forma de despejar su mente era la de visitar zonas del Valle que aún no conociese, y eso hizo esa mañana.
Alguien le había hablado de Hokutōmori. Un área de pacifismo absoluto donde, según la historia; se habían firmado en tiempos antaños algún acuerdo de paz. La ley impuesta era respetada: ahí adentro no se podía pelear. Y Kaido estuvo a punto de romper esa norma.
No obstante, en su camino a Hokutōmori, terminó dando un cruce erróneo y se perdió. Tanto así que terminó dándole dos vueltas al gran Estadio del Torneo, sin saber hacia dónde coger, hasta que creyó conveniente seguir derecho hasta los extremos de la cordillera y seguir el borde de la misma hasta encontrar algo. Y así lo hizo, por la izquierda, hasta que dio finalmente con una extensa formación rocosa modificada de la que sobresalía un amplio tejado de placas de arcilla, de aquellos techos típicos de los otros pequeños establecimientos ubicados a lo largo y ancho del Valle.
Éste, no obstante, era mucho más grande. Tenía todo el aspecto de un Dojo más se encontraba derruido, viejo y aparentemente clausurado. Kaido se detuvo a apreciar el lugar por un momento, y a meditar, además, si era buena idea echarle un ojo a su interior.
Kaido, sin embargo, apenas y se había esforzado para ganar el primer combate. No sufrió heridas, y por tanto no tenía nada de lo qué recuperarse. Eso significaba tener tanto tiempo libre que, de un momento a otro, Nishinoya se convirtió en una constante rutina a la que no querría ver en un buen tiempo.
La única forma de despejar su mente era la de visitar zonas del Valle que aún no conociese, y eso hizo esa mañana.
Alguien le había hablado de Hokutōmori. Un área de pacifismo absoluto donde, según la historia; se habían firmado en tiempos antaños algún acuerdo de paz. La ley impuesta era respetada: ahí adentro no se podía pelear. Y Kaido estuvo a punto de romper esa norma.
No obstante, en su camino a Hokutōmori, terminó dando un cruce erróneo y se perdió. Tanto así que terminó dándole dos vueltas al gran Estadio del Torneo, sin saber hacia dónde coger, hasta que creyó conveniente seguir derecho hasta los extremos de la cordillera y seguir el borde de la misma hasta encontrar algo. Y así lo hizo, por la izquierda, hasta que dio finalmente con una extensa formación rocosa modificada de la que sobresalía un amplio tejado de placas de arcilla, de aquellos techos típicos de los otros pequeños establecimientos ubicados a lo largo y ancho del Valle.
Éste, no obstante, era mucho más grande. Tenía todo el aspecto de un Dojo más se encontraba derruido, viejo y aparentemente clausurado. Kaido se detuvo a apreciar el lugar por un momento, y a meditar, además, si era buena idea echarle un ojo a su interior.