18/08/2017, 20:00
—Joder, pues entonces, ¿a qué estamos esperando? Vamos para adentro, seguro que encontramos algo que valga la pena, si no se nos cae alguna parte del edificio encima, claro... habrá que ir con algo de cuidado.
—¡Eso es, Joder, eso es! así te quería ver, al Riko que logró vencer a los Kabutomushi y cruzar la cola de cascabel sano y salvo.
Así pues, Kaido tomó la delantera. Movió su azulado trasero hasta el primer arco que separaba el exterior para con los primeros escalones que daban finalmente a la entrada. Una enorme puerta de madera podrida y mohosa, aunque con las marcas y adornos referentes a la infraestructura de los dojos ligeramente visibles sobre su superficie. El escualo puso la mano por sobre la puerta, hizo un poco de fuerza y la madera chilló entre sus visagras. Chilló como cuando se crujen las astillas que la componen, generando un fuerte eco en el interior de un área que había permanecido cerrada probablemente por más de una década, o esa era la impresión que daba.
Un gran cantidad de polvo y sucio se levantó por la ventisca exterior, que se abrió paso hacia el interior del Dojo abandonado. Ahí, con la luz de fuera sumergiéndose en los rincones más cercanos de lo que parecía ser una amplia sala de estar, permitió a los dos genin observar apropiadamente en dónde se encontraban.
Y es que si ya habían visitado otros Dojos interiores, en esencia, era técnicamente lo mismo. Este, sin embargo, lucía más antaño, como si fuese sido uno de los primeros que se irguieron por sobre la tierra. Un Dojo ancestral, se le podría llamar.
Un frondoso camino de tatamis les guiaba finalmente hasta un único pasillo que se rompía en dos vértices. Un desconocido trayecto que podría llevarles hasta ambos extremos de la estructura, uno por la derecha, y otro por la izquierda. La luz, sin embargo, no daba hasta allá.
—¡Eso es, Joder, eso es! así te quería ver, al Riko que logró vencer a los Kabutomushi y cruzar la cola de cascabel sano y salvo.
Así pues, Kaido tomó la delantera. Movió su azulado trasero hasta el primer arco que separaba el exterior para con los primeros escalones que daban finalmente a la entrada. Una enorme puerta de madera podrida y mohosa, aunque con las marcas y adornos referentes a la infraestructura de los dojos ligeramente visibles sobre su superficie. El escualo puso la mano por sobre la puerta, hizo un poco de fuerza y la madera chilló entre sus visagras. Chilló como cuando se crujen las astillas que la componen, generando un fuerte eco en el interior de un área que había permanecido cerrada probablemente por más de una década, o esa era la impresión que daba.
Un gran cantidad de polvo y sucio se levantó por la ventisca exterior, que se abrió paso hacia el interior del Dojo abandonado. Ahí, con la luz de fuera sumergiéndose en los rincones más cercanos de lo que parecía ser una amplia sala de estar, permitió a los dos genin observar apropiadamente en dónde se encontraban.
Y es que si ya habían visitado otros Dojos interiores, en esencia, era técnicamente lo mismo. Este, sin embargo, lucía más antaño, como si fuese sido uno de los primeros que se irguieron por sobre la tierra. Un Dojo ancestral, se le podría llamar.
Un frondoso camino de tatamis les guiaba finalmente hasta un único pasillo que se rompía en dos vértices. Un desconocido trayecto que podría llevarles hasta ambos extremos de la estructura, uno por la derecha, y otro por la izquierda. La luz, sin embargo, no daba hasta allá.