19/08/2017, 00:26
Dormir se había vuelto una ardua tarea desde que sali de la arena. Más que una tarea era un privilegio, y yo no era un privilegiado. Y en esas noches que no dormía, pensaba, pensaba demasiado. Me bajaba al salón común de Nantōnoya y me entretenía pensando en la oscuridad. Pronto, la oscuridad se aburrió de mi y decidí sentarme en el suelo exterior de madera mirando el pequeño estanque que nos habían puesto en el jardín, no muy lejos de una de las puertas.
En aquella superfície de agua veía reflejada la luna y un pequeño tubo de bambú se llenaba y se vaciaba periodicamente. Como un metronomo ponía mis pensamiento a ritmo, los serenaba como el tiempo hacía con el estanque al tirar una piedra al agua. Cada vez que un pensamiento claro me enturbiaba tiraba una piedra, para que el agua se enturbiase conmigo y cuando ésta se calmaba pasaba al siguiente.
Como mi kage me había ordenado combatir a muerte con un samurái sediento de sangre al que debería llamar compañero pero que ahora mismo solo podía llamar lunatico. Piedra. Como yo mismo había tenido que dejar inconsciente y herir a ese compañero a pesar de pedirle varias veces que por favor cesara todo ese grotesco espectaculo. Piedra. Haskoz muerto, Shiona muerta, Noemi paralitica. Piedra. Piedra. Piedra. Piedra. Piedra.
Me queda solo una piedra. Piedra.
El estanque tardó unos segundos en calmarse, antes de que el vaciar del tubo de bambú lo revolviese levemente. Y vuelta a empezar. Ahí me quedé, pensando en qué hacer, en quien confiar si mis propios compañeros parecían incapaces de limitarse al combatir entre ellos. Uchiha Datsue amenazando a Eri con explotarla viva, Comoseapellide Kotetsu siendo incapaz de guardar su espada y su virilidad para tener un combate digno entre compañeros. ¿Donde está el límite? ¿Qué no harían cuando estuviese ante ellos un premio de verdad? El examen de Chunnin.
Decidí dejar la mente en blanco, dejandome llevar por el ritmico y controlado estruendo del bambú. Aspirando y espirando al mismo son que él se llenaba y vaciaba.
En aquella superfície de agua veía reflejada la luna y un pequeño tubo de bambú se llenaba y se vaciaba periodicamente. Como un metronomo ponía mis pensamiento a ritmo, los serenaba como el tiempo hacía con el estanque al tirar una piedra al agua. Cada vez que un pensamiento claro me enturbiaba tiraba una piedra, para que el agua se enturbiase conmigo y cuando ésta se calmaba pasaba al siguiente.
Como mi kage me había ordenado combatir a muerte con un samurái sediento de sangre al que debería llamar compañero pero que ahora mismo solo podía llamar lunatico. Piedra. Como yo mismo había tenido que dejar inconsciente y herir a ese compañero a pesar de pedirle varias veces que por favor cesara todo ese grotesco espectaculo. Piedra. Haskoz muerto, Shiona muerta, Noemi paralitica. Piedra. Piedra. Piedra. Piedra. Piedra.
Me queda solo una piedra. Piedra.
El estanque tardó unos segundos en calmarse, antes de que el vaciar del tubo de bambú lo revolviese levemente. Y vuelta a empezar. Ahí me quedé, pensando en qué hacer, en quien confiar si mis propios compañeros parecían incapaces de limitarse al combatir entre ellos. Uchiha Datsue amenazando a Eri con explotarla viva, Comoseapellide Kotetsu siendo incapaz de guardar su espada y su virilidad para tener un combate digno entre compañeros. ¿Donde está el límite? ¿Qué no harían cuando estuviese ante ellos un premio de verdad? El examen de Chunnin.
Decidí dejar la mente en blanco, dejandome llevar por el ritmico y controlado estruendo del bambú. Aspirando y espirando al mismo son que él se llenaba y vaciaba.
—Nabi—