21/08/2017, 04:49
Finalmente, fue Keisuke quien decidió tomar la delantera en aquella ocasión. De hecho, lucía hasta agraciado por la situación y quizás encontraba algo de diversión en el hecho de que un grupo de maleantes buscase joderle la vida a su compañero de aldea, o esa era la impresión que le daba.
Daigo, sin embargo, era un muchacho más recatado. Actuaba con cautela, y desde luego que no querría ser él mismo estando al lado de dos colegas de una aldea totalmente diferente a la suya.
El escualo le dio una palmada en la espalda, de nuevo; y le inquirió:
—Aguanta ahí, compañero.
Keisuke fue el primero en encontrarse de lleno con el corazón de un frondoso y tupido bosque, repleto de árboles de gran altura y con sus hojas rebosantes. Todos debían de conocer el camino: Para llegar al lago partido, y así también salir de él; habría que cruzar el bosque que le rodeaba. El problema estaba en determinar hacia qué dirección del bosque coger, teniendo en cuenta que bien podrían salir hacia cualquier punto del Valle, y a ellos les convenía mucho más perderse más cerca de la ciudad principal de Sendoshi que a las cordilleras que circunvalan los Dojos que generalmente estarían al sur.
Por allá, a la distancia, un pájaro cantó. Y un ligero eco anunció una rama rompiéndose a la espalda de los jóvenes shinobi.
—Bueno, chicos, en vista de que soy el único que sigue en el jodido torneo, haríais muy bien en cuidar de que nada me pase hasta que salgamos del bosque. Costará menos que perdáis vosotros un brazo, un ojo o una pierna a que sea yo el que pague caro, así que si veis un arma venir a por mi cogote, os oponéis como lo haría un buen colega.
El escualo dio un par de vueltas sobre sí, y luego se detuvo, hacia una dirección al azar.
—¿Será por aquí, o por allá? ¿de dónde es que venimos? —indagó. Las direcciones no eran lo suyo, desde luego.
Daigo, sin embargo, era un muchacho más recatado. Actuaba con cautela, y desde luego que no querría ser él mismo estando al lado de dos colegas de una aldea totalmente diferente a la suya.
El escualo le dio una palmada en la espalda, de nuevo; y le inquirió:
—Aguanta ahí, compañero.
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Keisuke fue el primero en encontrarse de lleno con el corazón de un frondoso y tupido bosque, repleto de árboles de gran altura y con sus hojas rebosantes. Todos debían de conocer el camino: Para llegar al lago partido, y así también salir de él; habría que cruzar el bosque que le rodeaba. El problema estaba en determinar hacia qué dirección del bosque coger, teniendo en cuenta que bien podrían salir hacia cualquier punto del Valle, y a ellos les convenía mucho más perderse más cerca de la ciudad principal de Sendoshi que a las cordilleras que circunvalan los Dojos que generalmente estarían al sur.
Por allá, a la distancia, un pájaro cantó. Y un ligero eco anunció una rama rompiéndose a la espalda de los jóvenes shinobi.
—Bueno, chicos, en vista de que soy el único que sigue en el jodido torneo, haríais muy bien en cuidar de que nada me pase hasta que salgamos del bosque. Costará menos que perdáis vosotros un brazo, un ojo o una pierna a que sea yo el que pague caro, así que si veis un arma venir a por mi cogote, os oponéis como lo haría un buen colega.
El escualo dio un par de vueltas sobre sí, y luego se detuvo, hacia una dirección al azar.
—¿Será por aquí, o por allá? ¿de dónde es que venimos? —indagó. Las direcciones no eran lo suyo, desde luego.