21/08/2017, 10:54
El gigantesco gato abrió aún más sus fauces con un terrible maullido, y en ese momento el miedo la sobrepasó. Una nube de humo la envolvió, y Ayame se vio sentada sobre la hierba, sudororsa y temblorosa, con un gatito en su regazo que parecía terriblemente confundido y que no tardó en pegar un brinco y salir corriendo con el rabo entre las patas.
—¡Egao! ¿Ya estás haciendo de las tuyas? —escuchó la voz del hombre del sombrero—. A ver, ¿qué es lo que has visto, minino asustadizo?
Los crujidos en la hierba marcaron un destino insalvable, y Ayame se reincorporó de un salto justo cuando el extraño hombre pasaba por delante de ella. Ahora en su forma natural, pudo comprobar que, efectivamente, era bastante más alto que ella y estilizado como una espiga. Bajo la inquisitiva mirada de sus ojos afilados, Ayame jugueteó nerviosa con sus manos.
—E... e... esto... hola... —balbuceó, con la mirada gacha.
—¡Arisu-chan! ¿Dónde te habías metido? —exclamó el hombre de repente, abriendo sus brazos.
—P... ¿Perdón? —preguntó una Ayame estupefacta, contemplando al hombre del traje con los ojos abiertos como platos.
—¡Por supuesto, quedas perdonada! ¡Ahora empecemos la fiesta, Arisu-chan!
—¡No me llamo Arisu, soy Ayame! —protestó, pero, sin escucharla si quiera, el hombre la tomó de la muñeca y comenzó a arrastrarla hacia el improvisado picnic.
Asustada, Ayame se dispuso a licuar su cuerpo... Pero enseguida comprobó, horrorizada, que era incapaz de hacerlo. Moldeó el chakra de nuevo, tratando al mismo tiempo de resistirse al sombrerero, pero su cuerpo no respondía. Jadeó, terriblemente asustada. Su habilidad especial, su técnica estrella... era como si se hubiera olvidado de cómo se hacía... ¿Cómo era eso posible?
El tipo del sombrero la invitó a sentarse con delicadeza sobre la manta, y Ayame, incapaz de hacer otra cosa, obedeció mientras sus ojos miraban alrededor con terror, buscando la presencia de Eri.
—¿Un poco de té, querida?
—Yo... no... se está equivocando, señor... —balbuceó, con las manos en alto.
—¿Cómo que señor? ¡Soy el gran Bōshi-sama, Arisu-chan! ¿Acaso ya lo has olvidado?
—Pero yo no soy Arisu...
—¡Basta! ¡No se puede celebrar un No-Cumpleaños sin una taza de té! ¡Bebe! ¿Quieres una pasta?
—¡Egao! ¿Ya estás haciendo de las tuyas? —escuchó la voz del hombre del sombrero—. A ver, ¿qué es lo que has visto, minino asustadizo?
Los crujidos en la hierba marcaron un destino insalvable, y Ayame se reincorporó de un salto justo cuando el extraño hombre pasaba por delante de ella. Ahora en su forma natural, pudo comprobar que, efectivamente, era bastante más alto que ella y estilizado como una espiga. Bajo la inquisitiva mirada de sus ojos afilados, Ayame jugueteó nerviosa con sus manos.
—E... e... esto... hola... —balbuceó, con la mirada gacha.
—¡Arisu-chan! ¿Dónde te habías metido? —exclamó el hombre de repente, abriendo sus brazos.
—P... ¿Perdón? —preguntó una Ayame estupefacta, contemplando al hombre del traje con los ojos abiertos como platos.
—¡Por supuesto, quedas perdonada! ¡Ahora empecemos la fiesta, Arisu-chan!
—¡No me llamo Arisu, soy Ayame! —protestó, pero, sin escucharla si quiera, el hombre la tomó de la muñeca y comenzó a arrastrarla hacia el improvisado picnic.
Asustada, Ayame se dispuso a licuar su cuerpo... Pero enseguida comprobó, horrorizada, que era incapaz de hacerlo. Moldeó el chakra de nuevo, tratando al mismo tiempo de resistirse al sombrerero, pero su cuerpo no respondía. Jadeó, terriblemente asustada. Su habilidad especial, su técnica estrella... era como si se hubiera olvidado de cómo se hacía... ¿Cómo era eso posible?
El tipo del sombrero la invitó a sentarse con delicadeza sobre la manta, y Ayame, incapaz de hacer otra cosa, obedeció mientras sus ojos miraban alrededor con terror, buscando la presencia de Eri.
—¿Un poco de té, querida?
—Yo... no... se está equivocando, señor... —balbuceó, con las manos en alto.
—¿Cómo que señor? ¡Soy el gran Bōshi-sama, Arisu-chan! ¿Acaso ya lo has olvidado?
—Pero yo no soy Arisu...
—¡Basta! ¡No se puede celebrar un No-Cumpleaños sin una taza de té! ¡Bebe! ¿Quieres una pasta?