21/08/2017, 14:15
Para Kōtetsu, las palabras del veterano acompañante del chico azulado eran complejas y misteriosas. Pese a aquello, su nivel de compresión alcanzaba para entender que no debían de interrumpir al viejo escultor mientras estuviera en aquel especie de trance.
—¡Ya entiendo! —exclamo, al tiempo que se giraba para ver a Yarou—. Es como cuando te dicen que no debes despertar a alguien que camina sonámbulo, porque puede asustarse y reaccionar de forma agresiva.
Aquello si estaba dentro de su campo de conocimientos: En su pueblo ya había visto varios casos de sonambulismo donde las personas, al ser traídas al consciente de manera repentina, reaccionaban con un nivel de agresión considerable. Por ello, una amable cuidadora de ovejas podía volverse una verdadera furia en un santiamén… El imaginar que haría alguien capaz de usar tal cantidad de chakra hizo que se estremeciera.
El peliblanco se giro para continuar viendo al artista, que luego de unos minutos se detuvo, falto de aliento como si hubiese estado trotando. Satomu parecía un poco desorientado, pues miro durante unos instantes a su alrededor, como verificando si estaba en el sitio en que creía estar. Era como un niño que despierta de un sueño increíblemente lucido. El chakra se disipo a medida que volvía a la realidad, volviendose invisible a la vista, como normalmente lo era.
—Todavía están aquí… —dijo, algo jadeante, pero con una cara de satisfacción innegable—. Hacía mucho que no tenía tan buena vibras al trabajar.
»¿Qué les parece? Ya tengo la forma básica definida, por lo que me quedaría definir las siluetas y luego definir los rasgos —aseguro, mientras se estiraba—. Pero por hoy creo que es suficiente. El resto del día lo dedicare a trabajar en la imagen mental que tengo.
Ahora parecía ser la misma persona que antes de comenzar, pues ya no había ningún colorido chakra que flotase a su alrededor y emitiese aquellas incomodas ondas... Aunque un par de ojos privilegiados podría notar que en aquellas piedras, aun informes, había quedado impregnado una gran cantidad.
Satomu tiro de una pequeña cuerda y a lo lejos se escucho el sonido de una campana de servicio.
—Comeré algo y hare algunos bocetos. ¿Ustedes piensan quedarse allí de pie? —pregunto, como cuestionándoles el que aun estuviesen en su espacio personal.
—De todas forma sentía la necesidad de marcharme desde hace un rato —admitió, pues aquel espectáculo de chakra le había dejado con muchas cosas sobre las cuales pensar.
—Me parece bien. Diviértanse y estén atentos para cuando los llame…
En aquel instante un par de sirvientes llegaron al estudio; uno llevaba una pesada bandeja con alimentos para Nishijima y el otro… el otro se acerco hacia donde estaba de pie el grupo de ninjas y con voz disimulada, para que su señor no oyese nada, les dijo:
—Disculpen la interrupción, mis señores ninjas, pero el señor Yosehara me ha ordenado que les localice —aseguro, con suma educación en su voz susurrante—. No me ha dado detalles, pero dice que se trata de un asunto de seguridad urgente y… y algo sobre que hay unos pellejos en juego.
En aquellos momentos Yosehara no sería muy difícil de localizar, pues se encontraba repartiendo ordenes y gritos a medida que revisaba el perímetro de la mansión. Durante un rato estaría en el patio que daba a la entrada principal revisando unos planos y conversando atoradamente con unos de los ninjas que servían al escultor. Allí estaría esperando hasta que aquellos extranjeros se dignara a aparecer y a servir para algo.
—¡Ya entiendo! —exclamo, al tiempo que se giraba para ver a Yarou—. Es como cuando te dicen que no debes despertar a alguien que camina sonámbulo, porque puede asustarse y reaccionar de forma agresiva.
Aquello si estaba dentro de su campo de conocimientos: En su pueblo ya había visto varios casos de sonambulismo donde las personas, al ser traídas al consciente de manera repentina, reaccionaban con un nivel de agresión considerable. Por ello, una amable cuidadora de ovejas podía volverse una verdadera furia en un santiamén… El imaginar que haría alguien capaz de usar tal cantidad de chakra hizo que se estremeciera.
El peliblanco se giro para continuar viendo al artista, que luego de unos minutos se detuvo, falto de aliento como si hubiese estado trotando. Satomu parecía un poco desorientado, pues miro durante unos instantes a su alrededor, como verificando si estaba en el sitio en que creía estar. Era como un niño que despierta de un sueño increíblemente lucido. El chakra se disipo a medida que volvía a la realidad, volviendose invisible a la vista, como normalmente lo era.
—Todavía están aquí… —dijo, algo jadeante, pero con una cara de satisfacción innegable—. Hacía mucho que no tenía tan buena vibras al trabajar.
»¿Qué les parece? Ya tengo la forma básica definida, por lo que me quedaría definir las siluetas y luego definir los rasgos —aseguro, mientras se estiraba—. Pero por hoy creo que es suficiente. El resto del día lo dedicare a trabajar en la imagen mental que tengo.
Ahora parecía ser la misma persona que antes de comenzar, pues ya no había ningún colorido chakra que flotase a su alrededor y emitiese aquellas incomodas ondas... Aunque un par de ojos privilegiados podría notar que en aquellas piedras, aun informes, había quedado impregnado una gran cantidad.
Satomu tiro de una pequeña cuerda y a lo lejos se escucho el sonido de una campana de servicio.
—Comeré algo y hare algunos bocetos. ¿Ustedes piensan quedarse allí de pie? —pregunto, como cuestionándoles el que aun estuviesen en su espacio personal.
—De todas forma sentía la necesidad de marcharme desde hace un rato —admitió, pues aquel espectáculo de chakra le había dejado con muchas cosas sobre las cuales pensar.
—Me parece bien. Diviértanse y estén atentos para cuando los llame…
En aquel instante un par de sirvientes llegaron al estudio; uno llevaba una pesada bandeja con alimentos para Nishijima y el otro… el otro se acerco hacia donde estaba de pie el grupo de ninjas y con voz disimulada, para que su señor no oyese nada, les dijo:
—Disculpen la interrupción, mis señores ninjas, pero el señor Yosehara me ha ordenado que les localice —aseguro, con suma educación en su voz susurrante—. No me ha dado detalles, pero dice que se trata de un asunto de seguridad urgente y… y algo sobre que hay unos pellejos en juego.
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En aquellos momentos Yosehara no sería muy difícil de localizar, pues se encontraba repartiendo ordenes y gritos a medida que revisaba el perímetro de la mansión. Durante un rato estaría en el patio que daba a la entrada principal revisando unos planos y conversando atoradamente con unos de los ninjas que servían al escultor. Allí estaría esperando hasta que aquellos extranjeros se dignara a aparecer y a servir para algo.