21/08/2017, 18:18
Riko era un tipo valiente, de eso no cabía duda. Siempre que la situación parecía ser más adversa, él tomaba la delantera; cual capitán de un ejército entero tras su capa de héroe, sólo que en ese momento; lo único que tenía era a un Kaido. Quizás eso bastaba, el escualo había demostrado ser un ninja que a pesar de su corta edad, tenía una buena base acerca de los fundamentos que contempla la profesión de shinobi. Pero aún era inexperto, testarudo y demasiado confiado.
Y Riko era demasiado curioso. ¿Cómo es que decía el dicho?
Ah, claro: La curiosidad mató al ninja
Así pues, la dupla de valientes se acercó hasta los linderos del Torii, pasando las dos llamas de fuego que iluminaban al paso inicial. Cuando pudieron dar la vuelta al arco de madera, se encontraron con un hombre. Sí, un hombre que yacía sobre el suelo, con sus brazos formando un arco ascendente. Tanto las muñecas como los tobillos yacían atados con dos pares de cadenas en extremo pesadas, cuyos eslabones estaban en su mayoría oxidados.
El cautivo apenas lucía algún vestigio de ropa, salvo unos pantalones tan desgastados y sucio como su piel, curtida de tierra y moho. El rostro del hombre también estaba cubierto por una tupida barba, su cabello estaba largo, y su pecho plenamente al descubierto. Con un extraño símbolo, o marca; que le adornaba tanto el hombro izquierdo como el derecho.
Él alzó la cabeza, con apenas energía, y les miró a ambos, con la vista perdida.
—A-ayuda...
Y Riko era demasiado curioso. ¿Cómo es que decía el dicho?
Ah, claro: La curiosidad mató al ninja
Así pues, la dupla de valientes se acercó hasta los linderos del Torii, pasando las dos llamas de fuego que iluminaban al paso inicial. Cuando pudieron dar la vuelta al arco de madera, se encontraron con un hombre. Sí, un hombre que yacía sobre el suelo, con sus brazos formando un arco ascendente. Tanto las muñecas como los tobillos yacían atados con dos pares de cadenas en extremo pesadas, cuyos eslabones estaban en su mayoría oxidados.
El cautivo apenas lucía algún vestigio de ropa, salvo unos pantalones tan desgastados y sucio como su piel, curtida de tierra y moho. El rostro del hombre también estaba cubierto por una tupida barba, su cabello estaba largo, y su pecho plenamente al descubierto. Con un extraño símbolo, o marca; que le adornaba tanto el hombro izquierdo como el derecho.
Él alzó la cabeza, con apenas energía, y les miró a ambos, con la vista perdida.
—A-ayuda...