21/08/2017, 20:11
—¡No lo sé, no lo sé! —espetó, y con una furia acrecentada, las cadenas se movieron nuevamente; inundando la cueva con el inminente sonido de la desesperación—. retiren los sellos, por favor... no me dejéis morir, os lo ruego.
Un clic en la cabeza del escualo le hizo entender que aquellos sellos, desde luego, era lo que lo mantenía atado sin posibilidad de escapar. Se trataría, quizás, de alguna fórmula de fuuinjutsu en su forma más simple, con cuatro piezas de papel manteniendo el chakra de la probable técnica de aprisionamiento. El hombre señaló ese detalle de inmediato, por lo que al parecer sabía el cómo lo habían reducido al estado tan deplorable en el que se encontraba ahora. ¿Pero quién habría sido él en sus tiempos de gloria como para que hiciera falta una técnica de sellado? ¿quién era ese hombre?
—Bueno, veamos; tú quita los de allá y y... ¡¡cuidado!
Kaido rápidamente elongó su brazo izquierdo y de su portaobjetos arrojaría un kunai, que desviaría el arma que se acercaba rápida y peligrosamente hacia la espalda de su compañero, cayendo muy cerca de donde el cautivo se encontraba encadenado. El sonido de los metales chocar rápidamente se disipó, y dio paso a una figura envuelta en una túnica negra que se acercó a paso agigantado hacia Kaido, ahora, con un arma filosa entre las manos. La espada intentaría dar una buena puñalada en el torso del tiburón, pero éste respondería con un salto de amplitud hasta su retaguardia, recuperando la Kodachi y haciendo frente al otro desconocido que con tanto fanatismo intentaba dejarle fuera de combate.
—¡Fuera, fuera de éste santuario! ¡no saben quién ese ese hombre y lo peligroso que es!
Sus espadas chocaron, una y otra vez. El único en plena libertad era Riko, quien tendría que decidir con prontitud cuál era la forma más sensata de actuar según la situación. Kaido, enfrentando a una nueva figura que recién aparecía, y el hombre aún retenido.
Un clic en la cabeza del escualo le hizo entender que aquellos sellos, desde luego, era lo que lo mantenía atado sin posibilidad de escapar. Se trataría, quizás, de alguna fórmula de fuuinjutsu en su forma más simple, con cuatro piezas de papel manteniendo el chakra de la probable técnica de aprisionamiento. El hombre señaló ese detalle de inmediato, por lo que al parecer sabía el cómo lo habían reducido al estado tan deplorable en el que se encontraba ahora. ¿Pero quién habría sido él en sus tiempos de gloria como para que hiciera falta una técnica de sellado? ¿quién era ese hombre?
—Bueno, veamos; tú quita los de allá y y... ¡¡cuidado!
Kaido rápidamente elongó su brazo izquierdo y de su portaobjetos arrojaría un kunai, que desviaría el arma que se acercaba rápida y peligrosamente hacia la espalda de su compañero, cayendo muy cerca de donde el cautivo se encontraba encadenado. El sonido de los metales chocar rápidamente se disipó, y dio paso a una figura envuelta en una túnica negra que se acercó a paso agigantado hacia Kaido, ahora, con un arma filosa entre las manos. La espada intentaría dar una buena puñalada en el torso del tiburón, pero éste respondería con un salto de amplitud hasta su retaguardia, recuperando la Kodachi y haciendo frente al otro desconocido que con tanto fanatismo intentaba dejarle fuera de combate.
—¡Fuera, fuera de éste santuario! ¡no saben quién ese ese hombre y lo peligroso que es!
Sus espadas chocaron, una y otra vez. El único en plena libertad era Riko, quien tendría que decidir con prontitud cuál era la forma más sensata de actuar según la situación. Kaido, enfrentando a una nueva figura que recién aparecía, y el hombre aún retenido.