22/08/2017, 19:13
—Tengo un mal presentimiento... —susurró el Uchiha, aunque lo suficientemente alto como para que sus compañeros se enterasen—. Creo que vamos a tener que luchar por segundo día consecutivo.
El Hakagurē no pudo evitar secundar el ominoso sentimiento de su compañero, pero mantuvo su expresión serena mientras caminaba con prisa, recorriendo pasillos, cruces y esquinas en busca de llegar hasta donde yacía el alguacil, para ver que quería… Para ver en qué clase de problema estaban ahora involucrados.
—Os lo dije ayer. Teníamos que habernos ido anoche, cuando tuvimos la oportunidad.
—Vamos, Kaido-san, no es momento para entrar en pánico… —Pensó en todo lo que habían visto hasta entonces y comprendía que aquel sentimiento estaba justificado, y que incluso él tenía en su ser la presencia del mismo—. Si el peligro nos encuentra es mejor que lo haga con las agallas bien puestas.
Le dedico una sonrisa un tanto desafiante a su compañero azulado, y continuo con su presuroso andar.
Luego de unos tensos minutos, el grupo llego hasta donde se encontraba el alguacil, quien lucía tan frenético y malhumorado como cabría esperarse de alguien en medio de una emergencia incontenible. Allí ya estaba esperándoles Naomi, quien pese a su carácter parecía estar fatigada y molesta por el actuar de aquel mastodonte altanero.
—Entonces… Yosehara Jokei-san, ¿Qué asunto requiere de un llamado tan urgente? —pregunto con firmeza el peliblanco.
—Se han presentado algunas complicaciones y es necesaria su colaboración —Aseguro con voz arrogante y autoritaria, como si fueran subordinados suyos—. Yo me encargare de mantener todo en orden, y ustedes solo tienen que asistirme y…
—¡Espere un momento, eso si que no se lo permito! —exclamo Kōtetsu, levantando la voz con evidente enfado—. Aquel cuento ya me lo conozco, y sé que nos está escondiendo algo...
El joven fijo sus ojos grises en el alguacil, dispuesto a no tolerar aquel comportamiento lleno de irrespeto y secretismo. Era raro verle enojado, pues tenía el don del autocontrol, pero resultaba que en aquel instante y en aquellas circunstancias no deseaba controlarse.
—Trate de ser paciente por cuestiones de respeto, pero no seguiré jugando al buen extranjero con un sujeto tan sumamente arrogante y ofensivamente incompetente —le sostuvo la mirada por unos instante, mientras que a Yosehara se le marcaba una vena de ira, a punto de explotar en un caudal de insultos—. Y no se haga el ofendido: Ahora estoy seguro de que la razón por la cual la dueña del Sauce cambiante estaba tan alterada era porque sabía del peligro de un ataque, al igual que usted. Un peligro que de haber estado en nuestro conocimiento nos hubiese permitido prepararnos y disminuir al mínimo las bajas durante la emboscada… —Se adelantó un paso y se paro frente al alguacil, luciendo casi gracioso por la diferencia de peso y tamaño y por su estado de juvenil enojo—. Ya me estoy cansando de que estén pasando un montón de cosas extrañas y que yo no me entere de nada.
»Y no se los demás, pero no planeo mover un maldito dedo ni arriesgar un condenado centímetro de mi pellejo hasta que deje de ocultarnos información y comience a explicarnos las cosas como tal y como es debido.
El joven se quedó allí de pie, esperando que los demás se unieran en su malestar para mostrarse más fuerte ante el alguacil, pues pese a su enojo, el solo no resultaría lo suficientemente “convincente”.
El Hakagurē no pudo evitar secundar el ominoso sentimiento de su compañero, pero mantuvo su expresión serena mientras caminaba con prisa, recorriendo pasillos, cruces y esquinas en busca de llegar hasta donde yacía el alguacil, para ver que quería… Para ver en qué clase de problema estaban ahora involucrados.
—Os lo dije ayer. Teníamos que habernos ido anoche, cuando tuvimos la oportunidad.
—Vamos, Kaido-san, no es momento para entrar en pánico… —Pensó en todo lo que habían visto hasta entonces y comprendía que aquel sentimiento estaba justificado, y que incluso él tenía en su ser la presencia del mismo—. Si el peligro nos encuentra es mejor que lo haga con las agallas bien puestas.
Le dedico una sonrisa un tanto desafiante a su compañero azulado, y continuo con su presuroso andar.
Luego de unos tensos minutos, el grupo llego hasta donde se encontraba el alguacil, quien lucía tan frenético y malhumorado como cabría esperarse de alguien en medio de una emergencia incontenible. Allí ya estaba esperándoles Naomi, quien pese a su carácter parecía estar fatigada y molesta por el actuar de aquel mastodonte altanero.
—Entonces… Yosehara Jokei-san, ¿Qué asunto requiere de un llamado tan urgente? —pregunto con firmeza el peliblanco.
—Se han presentado algunas complicaciones y es necesaria su colaboración —Aseguro con voz arrogante y autoritaria, como si fueran subordinados suyos—. Yo me encargare de mantener todo en orden, y ustedes solo tienen que asistirme y…
—¡Espere un momento, eso si que no se lo permito! —exclamo Kōtetsu, levantando la voz con evidente enfado—. Aquel cuento ya me lo conozco, y sé que nos está escondiendo algo...
El joven fijo sus ojos grises en el alguacil, dispuesto a no tolerar aquel comportamiento lleno de irrespeto y secretismo. Era raro verle enojado, pues tenía el don del autocontrol, pero resultaba que en aquel instante y en aquellas circunstancias no deseaba controlarse.
—Trate de ser paciente por cuestiones de respeto, pero no seguiré jugando al buen extranjero con un sujeto tan sumamente arrogante y ofensivamente incompetente —le sostuvo la mirada por unos instante, mientras que a Yosehara se le marcaba una vena de ira, a punto de explotar en un caudal de insultos—. Y no se haga el ofendido: Ahora estoy seguro de que la razón por la cual la dueña del Sauce cambiante estaba tan alterada era porque sabía del peligro de un ataque, al igual que usted. Un peligro que de haber estado en nuestro conocimiento nos hubiese permitido prepararnos y disminuir al mínimo las bajas durante la emboscada… —Se adelantó un paso y se paro frente al alguacil, luciendo casi gracioso por la diferencia de peso y tamaño y por su estado de juvenil enojo—. Ya me estoy cansando de que estén pasando un montón de cosas extrañas y que yo no me entere de nada.
»Y no se los demás, pero no planeo mover un maldito dedo ni arriesgar un condenado centímetro de mi pellejo hasta que deje de ocultarnos información y comience a explicarnos las cosas como tal y como es debido.
El joven se quedó allí de pie, esperando que los demás se unieran en su malestar para mostrarse más fuerte ante el alguacil, pues pese a su enojo, el solo no resultaría lo suficientemente “convincente”.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)