26/08/2017, 18:00
— Pensé que habías muerto, Kaido. ¡Joder que puta alegría que no sea así!
—¿Morir yo? ¡Ja! —dijo, mientras sonreía con orgullo. En su cabeza, sin embargo, pensaba: «Bueno, pude haberme ahogado si no pudiera respirar bajo el agua... joder, me he salvado por los pelos» —. El gran Kaido de Amegakure no morirá tan pronto, compañero. Voy a seguir dando por culo durante mucho tiempo.
— Kyojinta, ¡tienes que hacerlo, no podemos dejar esto así, te ganaremos el tiempo que sea, pero hazlo!
Kaido comenzó a caminar, dispuesto a ayudarle. Sin embargo, a un Kyokaru que parecía ya vencido, hizo uso de sus últimas energías y volvió a acrecentar los músculos de sus brazos, que con la libertad de sus piernas pudo impulsarse hasta los linderos de su hermano, y tomarle en una presa mientras ésta jadeaba tras el constante uso de su chakra en los sellos. Como si de un deja vu se tratase, porque así había empezado todo; Kyoraku aunque no podía moverse, sabía que no iba a morir sólo. No señor, se iba a llevar al único miembro de la familia al que no pudo eliminar durante aquella fatídica noche.
—¡Vas a perecer conmigo, hermano! ¡te reunirás con padre, madre y tus hijos muy pronto!
Kyojinta se meció como pez fuera del agua, y tuvo la fortaleza de realizar el sello del carnero. Miró a los dos genin, y dijo:
—Largaos de aquí, ahora.
Tras sus palabras, una serie de explosiones continuadas en cadena emergieron desde las bases de aquella cueva, cubriendo un amplio terreno de las zonas en las que Kyojinta había preparado un plan B. Múltiples sellos explotaron al unísono y la caverna comenzó a temblar de manera abrupta, como si la cordillera fuera a caer encima de ellos en cualquier momento.
El agua fue víctima de las primeras rocas. Que pronto empezarían a descender muy cerca de los jovenes shinobi.
Kaido y Riko, lamentablemente, tendrían que decidir. Kyojinta, probablemente, iba a morir tras su sacrificio. No había forma de que Kyoraku le fuese a soltar. Y el reloj corría.
¿Qué iban a hacer?
—¿Morir yo? ¡Ja! —dijo, mientras sonreía con orgullo. En su cabeza, sin embargo, pensaba: «Bueno, pude haberme ahogado si no pudiera respirar bajo el agua... joder, me he salvado por los pelos» —. El gran Kaido de Amegakure no morirá tan pronto, compañero. Voy a seguir dando por culo durante mucho tiempo.
— Kyojinta, ¡tienes que hacerlo, no podemos dejar esto así, te ganaremos el tiempo que sea, pero hazlo!
Kaido comenzó a caminar, dispuesto a ayudarle. Sin embargo, a un Kyokaru que parecía ya vencido, hizo uso de sus últimas energías y volvió a acrecentar los músculos de sus brazos, que con la libertad de sus piernas pudo impulsarse hasta los linderos de su hermano, y tomarle en una presa mientras ésta jadeaba tras el constante uso de su chakra en los sellos. Como si de un deja vu se tratase, porque así había empezado todo; Kyoraku aunque no podía moverse, sabía que no iba a morir sólo. No señor, se iba a llevar al único miembro de la familia al que no pudo eliminar durante aquella fatídica noche.
—¡Vas a perecer conmigo, hermano! ¡te reunirás con padre, madre y tus hijos muy pronto!
Kyojinta se meció como pez fuera del agua, y tuvo la fortaleza de realizar el sello del carnero. Miró a los dos genin, y dijo:
—Largaos de aquí, ahora.
Tras sus palabras, una serie de explosiones continuadas en cadena emergieron desde las bases de aquella cueva, cubriendo un amplio terreno de las zonas en las que Kyojinta había preparado un plan B. Múltiples sellos explotaron al unísono y la caverna comenzó a temblar de manera abrupta, como si la cordillera fuera a caer encima de ellos en cualquier momento.
El agua fue víctima de las primeras rocas. Que pronto empezarían a descender muy cerca de los jovenes shinobi.
Kaido y Riko, lamentablemente, tendrían que decidir. Kyojinta, probablemente, iba a morir tras su sacrificio. No había forma de que Kyoraku le fuese a soltar. Y el reloj corría.
¿Qué iban a hacer?