27/08/2017, 12:36
Ya habían pasado casi dos semanas desde su combate contra Ritsuko en la primera ronda. Y ya sólo quedaban dos días para la segunda. Durante su enfrentamiento no había sufrido heridas, por lo que sólo necesitó de unos pocos días de descanso para reponerse.
No podía decir lo mismo de las heridas emocionales que le habían causado la conversación que había escuchado entre su padre y su tío. Esas aún quemaban en su pecho.
Había hecho una promesa. Y ahora sentía la presión de esa promesa sobre su nuca como la sombra de una guillotina. Tenía que ganar el siguiente combate fuera como fuera. O si no, todas sus palabras caerían en balde.
Y por esa razón había estado entrenando sin descanso. Día sí y día también. En alguna ocasión, incluso había prolongado esas sesiones de entrenamiento hasta el anochecer.
Y aquella mañana se había levantado con aquel propósito. Sólo quedaban dos días, y tenía que dominar al cien por ciento las técnicas que había estado desarrollando.
Preparada ya para salir, se estaba ajustando la bandana sobre la frente cuando tres toques en la puerta la sobresaltado.
—¿S... Sí? —respondió, extrañada ante aquel suceso. Rara vez recibía visitas en su habitación.
Y si no se esperaba ninguna visita, mucho menos esperaba la voz que sonó al otro lado de la puerta:
—A-Ayame-chan. Soy yo. ¿T-tienes un momento?
Se abalanzó sobre la puerta y, son sin terminar de creer lo que acababa de escuchar, la abrió.
Pero allí estaba.
—D... ¡Daruu-kun! ¿Qué haces aquí?
Tan ocupados habían estado entrenando que no se habían visto desde que terminó la primera ronda. Pero ahí estaba de nuevo, frente a ella con aquel nerviosismo suyo, y Ayame no tardó ni un minuto en sonrojarse.
No podía decir lo mismo de las heridas emocionales que le habían causado la conversación que había escuchado entre su padre y su tío. Esas aún quemaban en su pecho.
Había hecho una promesa. Y ahora sentía la presión de esa promesa sobre su nuca como la sombra de una guillotina. Tenía que ganar el siguiente combate fuera como fuera. O si no, todas sus palabras caerían en balde.
Y por esa razón había estado entrenando sin descanso. Día sí y día también. En alguna ocasión, incluso había prolongado esas sesiones de entrenamiento hasta el anochecer.
Y aquella mañana se había levantado con aquel propósito. Sólo quedaban dos días, y tenía que dominar al cien por ciento las técnicas que había estado desarrollando.
Preparada ya para salir, se estaba ajustando la bandana sobre la frente cuando tres toques en la puerta la sobresaltado.
—¿S... Sí? —respondió, extrañada ante aquel suceso. Rara vez recibía visitas en su habitación.
Y si no se esperaba ninguna visita, mucho menos esperaba la voz que sonó al otro lado de la puerta:
—A-Ayame-chan. Soy yo. ¿T-tienes un momento?
Se abalanzó sobre la puerta y, son sin terminar de creer lo que acababa de escuchar, la abrió.
Pero allí estaba.
—D... ¡Daruu-kun! ¿Qué haces aquí?
Tan ocupados habían estado entrenando que no se habían visto desde que terminó la primera ronda. Pero ahí estaba de nuevo, frente a ella con aquel nerviosismo suyo, y Ayame no tardó ni un minuto en sonrojarse.