29/08/2017, 11:37
(Última modificación: 5/09/2017, 13:00 por Aotsuki Ayame.)
Pero antes de que pudiera siquiera responder, un movimiento entre las hierbas la alertó. Para su completo alivio, se trataba de Eri, quien, aún transformada en conejo, se acercó a ella a toda velocidad y se subió a su regazo de un salto. La kunoichi apoyó las patas delanteras en su pecho y clavó en ella sus ojos grandes y de aquel extraño color magenta. Ayame torció ligeramente el gesto al verla arrugar el morro.
—¡Vaya, así que ese lindo conejito es tuyo! Tienes una verdadera obsesión con esos animales, Arisu-chan... —pronunció, mientras servía té en una taza diminuta y la dejaba frente a ambas. Aparentemente, era para Eri.
Fue entonces cuando se le ocurrió una idea. Claro que era debían marcharse con la mayor urgencia posible, lo tenía tan claro como el agua. Pero también era consciente de que sería muy difícil encontrar un animal tan pequeño en un área tan grande sin la menor ayuda. Por eso, dirigió una breve mirada a Eri por el rabillo del ojo y después se volvió hacia el hombre.
—Esto... Bōshi-san...
—"-sama" —le corrigió él, y Ayame chasqueó la lengua.
—Bōshi-sama... Por casualidad no habrá visto por aquí un conejo blanco, ¿verdad?
Bōshi la miró por encima del borde de su taza.
—¿Pero aún estás con esas, Arisu-chan? ¿No te vale con ese? —preguntó, señalando directamente a Eri con uno de sus largos dedos.
—Pero es que... tengo que encontrarlo... ¡Es urgente!
—¡Oh, vamos! ¡Estamos en mi fiesta de No-Cumpleaños! ¿Qué hay más urgente que eso? —protestó, con un mohín, y agitó la mano en su dirección—. Así que nada de preguntas hasta que te acabes tu taza de té. Ya sabes lo que dicen: reír durante el día te hace dormir mejor por la noche.
«Qué raro... todo esto se me antoja familiar...» Pensó Ayame, torciendo ligeramente el gesto.
Pero parecía que el Sombrerero se rehúsaba a dejarla marchar y a contestar a sus preguntas sin beber de su té, por lo que, tras lanzar una breve mirada de disculpa a Eri, alzó su taza y le dio un sorbo.
—Vaya... ¡Está muy rico!
Bōshi sonrió.
«Ya lo sé.»
Movió los labios, pero sus ojos, angustiados, se dirigieron hacia el hombre del sombrero que estudiaba la escena con una sonrisa. —¡Vaya, así que ese lindo conejito es tuyo! Tienes una verdadera obsesión con esos animales, Arisu-chan... —pronunció, mientras servía té en una taza diminuta y la dejaba frente a ambas. Aparentemente, era para Eri.
Fue entonces cuando se le ocurrió una idea. Claro que era debían marcharse con la mayor urgencia posible, lo tenía tan claro como el agua. Pero también era consciente de que sería muy difícil encontrar un animal tan pequeño en un área tan grande sin la menor ayuda. Por eso, dirigió una breve mirada a Eri por el rabillo del ojo y después se volvió hacia el hombre.
—Esto... Bōshi-san...
—"-sama" —le corrigió él, y Ayame chasqueó la lengua.
—Bōshi-sama... Por casualidad no habrá visto por aquí un conejo blanco, ¿verdad?
Bōshi la miró por encima del borde de su taza.
—¿Pero aún estás con esas, Arisu-chan? ¿No te vale con ese? —preguntó, señalando directamente a Eri con uno de sus largos dedos.
—Pero es que... tengo que encontrarlo... ¡Es urgente!
—¡Oh, vamos! ¡Estamos en mi fiesta de No-Cumpleaños! ¿Qué hay más urgente que eso? —protestó, con un mohín, y agitó la mano en su dirección—. Así que nada de preguntas hasta que te acabes tu taza de té. Ya sabes lo que dicen: reír durante el día te hace dormir mejor por la noche.
«Qué raro... todo esto se me antoja familiar...» Pensó Ayame, torciendo ligeramente el gesto.
Pero parecía que el Sombrerero se rehúsaba a dejarla marchar y a contestar a sus preguntas sin beber de su té, por lo que, tras lanzar una breve mirada de disculpa a Eri, alzó su taza y le dio un sorbo.
—Vaya... ¡Está muy rico!
Bōshi sonrió.