29/08/2017, 15:54
La pelirroja había pasado gran parte de la mañana entrenando, nada fuera de lo normal, una carrerita de varios kilómetros y una centena de flexiones y abdominales, lo típico. Tras ello, había acudido a los alojamientos, se había pegado una buena ducha, y se había ataviado con un Yukata blanco, carente de detalles o adornos salvo su obi, el cuál era rojo. Sin duda, unas de las vestimentas mas frescas y cómodas que podía ponerse en verano. Ya menos que eso era ponerse en bikini, lo cual no pegaba demasiado para dar un paseo.
«Bueno, ahora toca descansar un poco...»
Sin pensar demasiado el lugar a donde ir, la chica comenzó a caminar, sin rumbo alguno. Se fue dejando llevar por el viento, cual flor cayendo del árbol. Caminó y caminó, pasando incluso los tatami que había usado para entrenar el día anterior, y llegando de nuevo a una zona que bien recordaba.
«¡Ostras! ¿No fe aquí que me atacaron...?» Pensó la chica al ver el camino, recordando a Juro, el mercader, y por supuesto la esclava de éste último. Se le quedaba un poco de mal sabor de boca al recordarlo, sobre todo porque el mercader seguro encontraba de nuevo a su juguete, pero tampoco podía hacer nada por evitarlo...
«Al final Blame iba a tener razón... hay personas detestables...»
Pero tampoco se podía permitir matarlas, eso no estaba bien visto por la sociedad, y si lo hacía sería mirada con malos ojos, se buscaría el odio en vez de el agradecimiento. Ironías de la vida, que por una acción que para los afectados pueda ser considerada buena, para el resto sea un crimen.
Y a escasos pasos, ensimismada, la chica casi pisa a un joven de cabellera plateada que andaba tumbado sobre la hierba. Ésta pudo reaccionar a tiempo y evitarlo, pero si que casi lo hace, casi lo pisa. —¡Ostras! ¡Que susto me has dado chico! —exclamó al evitar el accidente.
»¿Qué haces ahí tirado en la hierba? «En mitad de la nada...»
«Bueno, ahora toca descansar un poco...»
Sin pensar demasiado el lugar a donde ir, la chica comenzó a caminar, sin rumbo alguno. Se fue dejando llevar por el viento, cual flor cayendo del árbol. Caminó y caminó, pasando incluso los tatami que había usado para entrenar el día anterior, y llegando de nuevo a una zona que bien recordaba.
«¡Ostras! ¿No fe aquí que me atacaron...?» Pensó la chica al ver el camino, recordando a Juro, el mercader, y por supuesto la esclava de éste último. Se le quedaba un poco de mal sabor de boca al recordarlo, sobre todo porque el mercader seguro encontraba de nuevo a su juguete, pero tampoco podía hacer nada por evitarlo...
«Al final Blame iba a tener razón... hay personas detestables...»
Pero tampoco se podía permitir matarlas, eso no estaba bien visto por la sociedad, y si lo hacía sería mirada con malos ojos, se buscaría el odio en vez de el agradecimiento. Ironías de la vida, que por una acción que para los afectados pueda ser considerada buena, para el resto sea un crimen.
Y a escasos pasos, ensimismada, la chica casi pisa a un joven de cabellera plateada que andaba tumbado sobre la hierba. Ésta pudo reaccionar a tiempo y evitarlo, pero si que casi lo hace, casi lo pisa. —¡Ostras! ¡Que susto me has dado chico! —exclamó al evitar el accidente.
»¿Qué haces ahí tirado en la hierba? «En mitad de la nada...»