31/08/2017, 13:09
(Última modificación: 31/08/2017, 13:10 por Aotsuki Ayame.)
—No, no creo que sea buena idea —respondió Daruu, negando con la cabeza—. Ya le pediste tú una el otro día. No vamos a quitarle otra a la pobre.
—Sí, tienes razón... Sería un abuso por mi parte. —Suspiró Ayame, hundiendo los hombros.
—Como falta aún un poco para la hora de comer, podemos ir a comprar una rápidamente. Yo he venido a pedírtelo porque si la tenías tú nos ahorrábamos el viaje, pero vamos —añadió él—. ¿Te vienes?
Ayame pegó un brinco ante la repentina invitación. Sin embargo, enseguida esbozó una sonrisa, ilusionada ante la inesperada cita.
—¡Claro! —contestó, ilusionada.
Puede que comprar cebollas no fuera el plan más romántico del mundo... pero mientras estuviera con Daruu cualquier cosa daba igual.
Regresaron a la habitación de Daruu cerca de una hora después, con la cebolla ya comprada. Dentro del apartamento, enseguida se hizo notable la falta de espacio para que dos personas pudieran estar allí cómodamente. Era evidente que los que habían planificado todo aquello no habían previsto que los participantes del torneo recibieran demasiadas visitas...
—Bueno, está el tema de dónde vamos a comernos la carbonara —rio Daruu, como si le hubiese leído el pensamiento—. Como no me siente yo en la cama o algo...
Pero Ayame, alarmada, no tardó en alzar las manos.
—¡Ah, no, no, no! —exclamó—. ¡Es tu habitación, me sabría muy mal que tú estuvieses incómodo! A mí no me importa sentarme en el suelo o en la cama, de verdad.
Daruu había sacado la cebolla de la bolsa y se dirigió hacia la parte de la cocina, donde tomó un cuchillo y comenzó a picarla y ponerla en la sartén.
—Esto va a tardar un poco, de modo que déjame hablarte sobre algo que he estado meditando mientras... —dijo él—. ¿Te apetece entrenar conmigo? Tengamos un pequeño combate, Ayame-chan. Después de comer. O esta tarde.
Sin embargo, no recibió respuesta enseguida. Y, para cuando se diera la vuelta, se encontraría a Ayame allí, detrás de él mientras se frotaba los ojos y lloraba desconsoladamente entre angustiados gimoteos.
—Sí, tienes razón... Sería un abuso por mi parte. —Suspiró Ayame, hundiendo los hombros.
—Como falta aún un poco para la hora de comer, podemos ir a comprar una rápidamente. Yo he venido a pedírtelo porque si la tenías tú nos ahorrábamos el viaje, pero vamos —añadió él—. ¿Te vienes?
Ayame pegó un brinco ante la repentina invitación. Sin embargo, enseguida esbozó una sonrisa, ilusionada ante la inesperada cita.
—¡Claro! —contestó, ilusionada.
Puede que comprar cebollas no fuera el plan más romántico del mundo... pero mientras estuviera con Daruu cualquier cosa daba igual.
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Regresaron a la habitación de Daruu cerca de una hora después, con la cebolla ya comprada. Dentro del apartamento, enseguida se hizo notable la falta de espacio para que dos personas pudieran estar allí cómodamente. Era evidente que los que habían planificado todo aquello no habían previsto que los participantes del torneo recibieran demasiadas visitas...
—Bueno, está el tema de dónde vamos a comernos la carbonara —rio Daruu, como si le hubiese leído el pensamiento—. Como no me siente yo en la cama o algo...
Pero Ayame, alarmada, no tardó en alzar las manos.
—¡Ah, no, no, no! —exclamó—. ¡Es tu habitación, me sabría muy mal que tú estuvieses incómodo! A mí no me importa sentarme en el suelo o en la cama, de verdad.
Daruu había sacado la cebolla de la bolsa y se dirigió hacia la parte de la cocina, donde tomó un cuchillo y comenzó a picarla y ponerla en la sartén.
—Esto va a tardar un poco, de modo que déjame hablarte sobre algo que he estado meditando mientras... —dijo él—. ¿Te apetece entrenar conmigo? Tengamos un pequeño combate, Ayame-chan. Después de comer. O esta tarde.
Sin embargo, no recibió respuesta enseguida. Y, para cuando se diera la vuelta, se encontraría a Ayame allí, detrás de él mientras se frotaba los ojos y lloraba desconsoladamente entre angustiados gimoteos.