31/08/2017, 16:16
Oomija Tsunenobu era el nombre del último personaje —desconocido por Akame hasta ese momento— en entrar en escena. «Desde luego, parece la clase de tipo que podría encargarse de manejar los espías y la información», caviló el Uchiha. Sus ropas, su voz, su forma de expresarse. El shinobi "informal" —como le había llamado Koutetsu— era la viva imagen del fantasioso ninja, el que manejaba los hilos desde las sombras y tenía oídos en todas las paredes.
Cuando habló, Akame sintió un escalofrío. No le daba buena espina... Aunque quizás eso fuese positivo. El trabajo de Oojima parecía basarse en no dar buena espina.
Sea como fuere, al final el jefe de espías de Satomu acabó por contarles lo que Yosehara no había querido —o podido—. El gennin escuchó con atención, y cuando la conversación hubo finalizado, todos se dispusieron a ir a sus puestos.
Akame, antes de nada, se acercó al grupo de hombres que el alguacil había puesto a disposición de los gennin y señaló con el dedo índice a Akodo Toturi y al tipo que estaba junto a él. Los dos soldados se ajustaron las correas de la armadura, comprobaron que sus espadas estaban bien ceñidas en el cinto y luego le siguieron naginata en mano.
—Parece que vamos a combatir juntos de nuevo, Akame-san —le saludó Toturi, con una levísima inclinación de cabeza que más quería decir camaradería que respeto.
—Así es, Toturi-san —respondió el Uchiha—. Aunque esta vez tengo menos claro quiénes son nuestros enemigos.
Cuando habló, Akame sintió un escalofrío. No le daba buena espina... Aunque quizás eso fuese positivo. El trabajo de Oojima parecía basarse en no dar buena espina.
Sea como fuere, al final el jefe de espías de Satomu acabó por contarles lo que Yosehara no había querido —o podido—. El gennin escuchó con atención, y cuando la conversación hubo finalizado, todos se dispusieron a ir a sus puestos.
Akame, antes de nada, se acercó al grupo de hombres que el alguacil había puesto a disposición de los gennin y señaló con el dedo índice a Akodo Toturi y al tipo que estaba junto a él. Los dos soldados se ajustaron las correas de la armadura, comprobaron que sus espadas estaban bien ceñidas en el cinto y luego le siguieron naginata en mano.
—Parece que vamos a combatir juntos de nuevo, Akame-san —le saludó Toturi, con una levísima inclinación de cabeza que más quería decir camaradería que respeto.
—Así es, Toturi-san —respondió el Uchiha—. Aunque esta vez tengo menos claro quiénes son nuestros enemigos.