31/08/2017, 21:25
(Última modificación: 31/08/2017, 21:25 por Aotsuki Ayame.)
—¡Pero no te frotes más los ojos, idiota! —exclamó él.
—A... ¿Adónde vas? —preguntó Ayame, desesperada, al escuchar los pasos de Daruu alejándose a toda prisa. Después oyó el sonido del agua cayendo a través de un grifo, y apenas unos instantes después sintió el frescor la suavidad de un paño húmedo acariciando sus párpados.
—¡Toma, ten! Cuando te lloran los ojos con la cebolla, lo mejor es lavárselos. Si te los frotas, sólo vas a conseguir empeorarlo.
Ayame asintió con un débil gemido de dolor.
—S... sí... gracias... lo siento... —balbuceó, mientras agarraba el paño y humedecía sus ojos con él—. Gracias... gracias...
Ayame respiró hondo varias veces. El frescor del agua aliviaba aquel intenso escozor y pronto fue capaz de entreabrir los ojos, aunque las lágrimas seguían rodando por sus mejillas de manera imparable. Se volvió hacia Daruu, tratando de recomponerse.
—¿Has dicho entrenar? Pero Daruu-kun... ¿crees que es buena idea? —preguntó, inquieta—. Sólo quedan dos días para el comienzo de la segunda ronda. Si por cualquier cosa nos lesionamos o resultamos demasiado heridos nos podría costar el combate... y yo no puedo permitirme perder. No ahora —añadió, y en aquel breve instante sus ojos se incendiaron con un brillo fugaz de determinación contenida.
—A... ¿Adónde vas? —preguntó Ayame, desesperada, al escuchar los pasos de Daruu alejándose a toda prisa. Después oyó el sonido del agua cayendo a través de un grifo, y apenas unos instantes después sintió el frescor la suavidad de un paño húmedo acariciando sus párpados.
—¡Toma, ten! Cuando te lloran los ojos con la cebolla, lo mejor es lavárselos. Si te los frotas, sólo vas a conseguir empeorarlo.
Ayame asintió con un débil gemido de dolor.
—S... sí... gracias... lo siento... —balbuceó, mientras agarraba el paño y humedecía sus ojos con él—. Gracias... gracias...
Ayame respiró hondo varias veces. El frescor del agua aliviaba aquel intenso escozor y pronto fue capaz de entreabrir los ojos, aunque las lágrimas seguían rodando por sus mejillas de manera imparable. Se volvió hacia Daruu, tratando de recomponerse.
—¿Has dicho entrenar? Pero Daruu-kun... ¿crees que es buena idea? —preguntó, inquieta—. Sólo quedan dos días para el comienzo de la segunda ronda. Si por cualquier cosa nos lesionamos o resultamos demasiado heridos nos podría costar el combate... y yo no puedo permitirme perder. No ahora —añadió, y en aquel breve instante sus ojos se incendiaron con un brillo fugaz de determinación contenida.