1/09/2017, 14:47
La división del camino era un tema que tenían que resolver con eficacia, pues si se equivocaban no harían más que perder el tiempo, un tiempo demasiado valioso para aquellos a los que los hombres malos tenían capturados, pues era seguro que sufrirían algún tipo de represalia para evitar que ningún otro se intentase escapar.
—Fácil, iremos por los dos lados. Espera un momento.
El Senju miró curioso a su acompañante, la que decía ser inmortal y que, además, parecía poseer el poder de dividirse, y esperó para ver lo que tenía en mente. Rápidamente la muchacha extendió los brazos y éstos se empezaron a resquebrajar y a dividirse en un montón de mariposas blancas que, con un poco de atención, el peliblanco notó que estaban echas de papel.
— Joder, como mola... — Susurró el uzunés asombrado.
Por el camino de la izquierda podrían ver como la cueva estaba formada por la acción del agua, pues adentrándose un poco se veía una cascada interior que no paraba de caer, lo cual explicaría la humedad del ambiente y, a parte de eso, nada más, un callejón sin salida. El camino de la derecha, por el contrario, avanzaba un poco más, hasta llegar a una especie de sala en la que se podrían observar dos mesas, un par de sillas para cada mesa y, de las paredes, colgaban antorchas, iluminando la estancia perfectamente y dando a entender que allí vivía alguien.
—Fácil, iremos por los dos lados. Espera un momento.
El Senju miró curioso a su acompañante, la que decía ser inmortal y que, además, parecía poseer el poder de dividirse, y esperó para ver lo que tenía en mente. Rápidamente la muchacha extendió los brazos y éstos se empezaron a resquebrajar y a dividirse en un montón de mariposas blancas que, con un poco de atención, el peliblanco notó que estaban echas de papel.
— Joder, como mola... — Susurró el uzunés asombrado.
Por el camino de la izquierda podrían ver como la cueva estaba formada por la acción del agua, pues adentrándose un poco se veía una cascada interior que no paraba de caer, lo cual explicaría la humedad del ambiente y, a parte de eso, nada más, un callejón sin salida. El camino de la derecha, por el contrario, avanzaba un poco más, hasta llegar a una especie de sala en la que se podrían observar dos mesas, un par de sillas para cada mesa y, de las paredes, colgaban antorchas, iluminando la estancia perfectamente y dando a entender que allí vivía alguien.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»