4/09/2017, 11:46
Daruu se mantuvo en silencio. Seguía removiendo la salsa carbonara y después vertió la mezcla sobre las espirales de pasta, ya escurridas. Tomó dos platos, sirvió dos porciones más o menos parejas y después le tendió uno de ellos a Ayame con una sonrisa en los labios que provocó un nuevo sonrojo en sus mejillas.
—Gr... gracias...
—Espero que te guste. No es por presumir, pero mi receta de carbonara es mejor incluso que la de mi madre. Yo caramelizo la cebolla, y le queda de muerte.
Se sentó frente a ella en la silla del escritorio, y ella hizo lo mismo en el borde de la cama con cuidado de no derramar nada. Le tendió unos palillos y casi ni se pensó el hecho de llevarse una de aquellas espirales a la boca después de soplar un poco para enfriarla. El sabor llenó su boca de forma inmediata. El sabor suave y cremoso de la nata se combinaba a la perfección con el sabor dulzón de la cebolla y lo salado del bacon. Ayame cerró los ojos un momento, disfrutando la sensación, y durante un instante empezó a preguntarse si Daruu no la estaría sobornando con su comida favorita.
—¡Mmmmmhhhh! ¡Qué rico está!
Y, casi como si le hubiese leído el pensamiento, Daruu habló:
—No aceptaré un no por respuesta. Pelearemos. ¡Somos compañeros de equipo! Tenemos que entrenar —sentenció, y Ayame se encogió ligeramente ante la intensidad de la mirada de aquellos ojos perlados—. La única vez que hemos estado apunto de pelearnos ha sido durante aquella misión, ya sabes. La de las fresas shiroshimo. Aquella vez fue por un enfado. No quiero esperar a enfadarme contigo para poder disfrutar de un pequeño intercambio de golpes.
Ayame jugueteaba con las espirales, haciéndolas girar con sus palillos y tratando por todos los medios de no establecer contacto visual con su compañero. Torció ligeramente el gesto. Era cierto. La única vez que habían estado a punto de enfrentarse fue en aquella pelea durante la misión con las fresas shiroshimo. Guardaba un recuerdo muy amargo de aquella experiencia, aunque jamás llegaron a tocarse siquiera. Y la verdad era que ella también ardía en ganas de medir sus fuerzas con él...
Pero el miedo superaba con creces a aquel deseo...
Y, sin embargo...
—Está bien... después de comer combatiremos... —accedió, casi a regañadientes.
¿Acaso tenía elección?
—Gr... gracias...
—Espero que te guste. No es por presumir, pero mi receta de carbonara es mejor incluso que la de mi madre. Yo caramelizo la cebolla, y le queda de muerte.
Se sentó frente a ella en la silla del escritorio, y ella hizo lo mismo en el borde de la cama con cuidado de no derramar nada. Le tendió unos palillos y casi ni se pensó el hecho de llevarse una de aquellas espirales a la boca después de soplar un poco para enfriarla. El sabor llenó su boca de forma inmediata. El sabor suave y cremoso de la nata se combinaba a la perfección con el sabor dulzón de la cebolla y lo salado del bacon. Ayame cerró los ojos un momento, disfrutando la sensación, y durante un instante empezó a preguntarse si Daruu no la estaría sobornando con su comida favorita.
—¡Mmmmmhhhh! ¡Qué rico está!
Y, casi como si le hubiese leído el pensamiento, Daruu habló:
—No aceptaré un no por respuesta. Pelearemos. ¡Somos compañeros de equipo! Tenemos que entrenar —sentenció, y Ayame se encogió ligeramente ante la intensidad de la mirada de aquellos ojos perlados—. La única vez que hemos estado apunto de pelearnos ha sido durante aquella misión, ya sabes. La de las fresas shiroshimo. Aquella vez fue por un enfado. No quiero esperar a enfadarme contigo para poder disfrutar de un pequeño intercambio de golpes.
Ayame jugueteaba con las espirales, haciéndolas girar con sus palillos y tratando por todos los medios de no establecer contacto visual con su compañero. Torció ligeramente el gesto. Era cierto. La única vez que habían estado a punto de enfrentarse fue en aquella pelea durante la misión con las fresas shiroshimo. Guardaba un recuerdo muy amargo de aquella experiencia, aunque jamás llegaron a tocarse siquiera. Y la verdad era que ella también ardía en ganas de medir sus fuerzas con él...
Pero el miedo superaba con creces a aquel deseo...
Y, sin embargo...
—Está bien... después de comer combatiremos... —accedió, casi a regañadientes.
¿Acaso tenía elección?