5/09/2017, 12:17
Cuando el joven rubio negó con la cabeza, la chica se encogió de hombros, sacó el dinero de su bolsillo y se lo tendió a la persona que le había atendido, tomó sus dangos con mimo y volvió a girarse a Yota.
— Quiero saber lo que pasó en el puente. Quiero decir... No eh dicho que no fuera yo, simplemente no me acuerdo. Cuéntamelo, por favor.
—¡Oh! —aquello no se lo esperaba, quizá porque sentía que aquel shinobi no era de los curiosos, sin embargo luego de apartarse de la cola que se estaba formando detrás de ellos recapacitó y pensó, «si se lo cuento, puede que se acuerde... O quizás no porque él no es, bueno, tampoco pierdo nada...» —. Está bien, pero aquí no, busquemos algún sitio donde poder sentarnos o al menos estar cómodos.
Y como había hecho antes él, ahora fue ella la que guiaba al chico hacia algún lugar donde poder comer tranquilamente y charlar sin tener que evitar a la gente, sobre todo a borrachos que volaban y arrollaban a los transeúntes. Con suerte y un poco de caminata, llegaron a un pequeño banco de piedra clara, rodeado de un par de árboles y alejado de la calle principal.
—Allí estaremos bien.
Con tranquilidad se acercó al banco y se sentó, esperó a que su acompañante la imitase y luego habló:
—¿De verdad que no te suena nada? ¿Ni un poco? Es para saber si tengo que contarte todo o recortar la historia e ir al grano.
— Quiero saber lo que pasó en el puente. Quiero decir... No eh dicho que no fuera yo, simplemente no me acuerdo. Cuéntamelo, por favor.
—¡Oh! —aquello no se lo esperaba, quizá porque sentía que aquel shinobi no era de los curiosos, sin embargo luego de apartarse de la cola que se estaba formando detrás de ellos recapacitó y pensó, «si se lo cuento, puede que se acuerde... O quizás no porque él no es, bueno, tampoco pierdo nada...» —. Está bien, pero aquí no, busquemos algún sitio donde poder sentarnos o al menos estar cómodos.
Y como había hecho antes él, ahora fue ella la que guiaba al chico hacia algún lugar donde poder comer tranquilamente y charlar sin tener que evitar a la gente, sobre todo a borrachos que volaban y arrollaban a los transeúntes. Con suerte y un poco de caminata, llegaron a un pequeño banco de piedra clara, rodeado de un par de árboles y alejado de la calle principal.
—Allí estaremos bien.
Con tranquilidad se acercó al banco y se sentó, esperó a que su acompañante la imitase y luego habló:
—¿De verdad que no te suena nada? ¿Ni un poco? Es para saber si tengo que contarte todo o recortar la historia e ir al grano.