6/09/2017, 22:33
(Última modificación: 6/09/2017, 22:35 por Umikiba Kaido.)
Una tensa batalla de fuerza equiparada les tomó un par de segundos de aquel combate. Brazo contra brazo, músculo contra músculo: aquel puje lo ganaría quien tuviera mayor poderío en sus extremidades. Pero Karamaru fue inteligente, y decidió hacer apoyo de su otra mano para sostener con mayor agarre su brazo combatiente a fin de que éste no cediese ante el puño infranqueable del escualo, que se atizaba contra los nudillos del calvo cada vez con más fuerza.
Pero el escualo fue más inteligente aún, permitiéndose realizar otro movimiento fuera del pulso. Karamaru no prestó mucha atención a sus piernas y su zancadilla coló parsimoniosamente en las piernas de su contrincante, haciéndole perder el balance, de nuevo, y obligándole a caer al suelo.
Ahí, a su merced, Kaido alzó ambos brazos y los unió. Hubiese podido bajarlos como martillos, incluso inflándolos a través del aumento de su masa corporal —cosa que era capaz de hacer sin ningún problema por ser Hozuki— pero no tenía caso revelar una técnica tan útil como aquella a un posible oponente.
No, aquello no era una opción. Tampoco lo era aprovecharse de su rival. Se trataba de un combate de entrenamiento, después de todo. Así que...
—Vamos, levántate —le inquirió, con su brazo derecho erguido y su palma abierta—. ¿por qué coño no cuidaste tus piernas? ¿no pensaste que lo más evidente para mí sería hacerte perder el equilibrio mientras concentrabas tu fuerza en los brazos?
Una vez se hubiese levantado, el escualo sacudiría sus manos entre sí.
—Peleas bien, aunque son detalles que no nos servirán de mucho si nos llega a tocar enfrentarnos en la primera ronda del torneo. Supongo que también sabrás un buen puñado de ninjutsu, ¿no?
Pero el escualo fue más inteligente aún, permitiéndose realizar otro movimiento fuera del pulso. Karamaru no prestó mucha atención a sus piernas y su zancadilla coló parsimoniosamente en las piernas de su contrincante, haciéndole perder el balance, de nuevo, y obligándole a caer al suelo.
Ahí, a su merced, Kaido alzó ambos brazos y los unió. Hubiese podido bajarlos como martillos, incluso inflándolos a través del aumento de su masa corporal —cosa que era capaz de hacer sin ningún problema por ser Hozuki— pero no tenía caso revelar una técnica tan útil como aquella a un posible oponente.
No, aquello no era una opción. Tampoco lo era aprovecharse de su rival. Se trataba de un combate de entrenamiento, después de todo. Así que...
—Vamos, levántate —le inquirió, con su brazo derecho erguido y su palma abierta—. ¿por qué coño no cuidaste tus piernas? ¿no pensaste que lo más evidente para mí sería hacerte perder el equilibrio mientras concentrabas tu fuerza en los brazos?
Una vez se hubiese levantado, el escualo sacudiría sus manos entre sí.
—Peleas bien, aunque son detalles que no nos servirán de mucho si nos llega a tocar enfrentarnos en la primera ronda del torneo. Supongo que también sabrás un buen puñado de ninjutsu, ¿no?