8/09/2017, 19:41
(Última modificación: 8/09/2017, 20:44 por Amedama Daruu.)
La noche cayó finalmente sobre Shinogi-To, y los tres integrantes de aquél peculiar grupo se fueron a dormir, arropados por las suaves sábanas de lujo del Palacio del Señor Feudal y guardados por los fortificados muros de piedra, sólidos como el escudo del mejor guerrero de Oonindo.
Fue bien entrada la noche cuando Ayame notó como alguien le daba unos suaves y delicados golpecitos en el hombro, como si tuviera miedo de asustarla. Ese alguien encendió también la lamparita que descansaba en la mesita de noche, al lado de la cama.
Ese alguien era Shanise.
Estaba completamente uniformada, respirador incluido. No era el aspecto de alguien que fuese a volver un tiempo después a su habitación para seguir conciliando el sueño.
—Ayame-chan —susurró—. Ayame-chan, despierta. Quiero enseñarte una cosa. Vamos, sígueme.
La mujer se irguió y se colocó al lado de la puerta, haciéndole señas.
—Rápido. Y tratemos de no despertar a tu compañero, ¿eh?
Fue bien entrada la noche cuando Ayame notó como alguien le daba unos suaves y delicados golpecitos en el hombro, como si tuviera miedo de asustarla. Ese alguien encendió también la lamparita que descansaba en la mesita de noche, al lado de la cama.
Ese alguien era Shanise.
Estaba completamente uniformada, respirador incluido. No era el aspecto de alguien que fuese a volver un tiempo después a su habitación para seguir conciliando el sueño.
—Ayame-chan —susurró—. Ayame-chan, despierta. Quiero enseñarte una cosa. Vamos, sígueme.
La mujer se irguió y se colocó al lado de la puerta, haciéndole señas.
—Rápido. Y tratemos de no despertar a tu compañero, ¿eh?
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