17/07/2015, 23:03
(Última modificación: 17/07/2015, 23:12 por Aotsuki Ayame.)
Era la segunda vez que visitaba aquel lugar, pero no podía dejar de sentirse maravillada por él.
Las tres estatuas que representaban a los tres antiguos Kage se alzaban, estoicas, en tres puntos de las siempre fluyentes aguas del Valle del Fin. Ajenos al paso del tiempo, Uzumaki Shiomaru, Koichi Riona y Sumizu Kouta alzaban su mano derecha formulada en el sello del tigre en la representación del pacto que duraría a través de los años hasta el día de hoy, como un ritual previo a la monstruosa batalla que les esperaba frente a las nueve bestias con colas.
—Uzumaki Shiomaru... Koichi Riona... Sumizu Kouta... —susurraba Ayame, repitiendo para sí los nombres de los tres grandes Héroes, para no olvidar los nombres que le había recitado días atrás. Se mantenía sentada con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, perfectamente sostenida sobre las aguas del lago en un punto situado en el centro de la silueta de los tres Kage. El sonido de la cascada inundaba sus oídos, el olor del agua, su nariz. No sentía otra cosa más que su propia existencia, pero algo dentro de ella parecía removerse con inquietud. No era capaz de identificar qué era aquel sentimiento—. ¿Habríais hecho un sacrificio así de saber que las Bestias acabarían por resurgir una a una?
Kōri... Le había costado sudor y esfuerzo convencerle de que volviera a acompañarla después de su última incursión a aquel lugar. Pero de verdad lo necesitaba, necesitaba volver a ver El Valle del Fin con sus propios ojos una vez más.
Tan sólo podía esperar que en aquella ocasión no se encontrara con otra vieja que le arruinara la experiencia.
Las tres estatuas que representaban a los tres antiguos Kage se alzaban, estoicas, en tres puntos de las siempre fluyentes aguas del Valle del Fin. Ajenos al paso del tiempo, Uzumaki Shiomaru, Koichi Riona y Sumizu Kouta alzaban su mano derecha formulada en el sello del tigre en la representación del pacto que duraría a través de los años hasta el día de hoy, como un ritual previo a la monstruosa batalla que les esperaba frente a las nueve bestias con colas.
—Uzumaki Shiomaru... Koichi Riona... Sumizu Kouta... —susurraba Ayame, repitiendo para sí los nombres de los tres grandes Héroes, para no olvidar los nombres que le había recitado días atrás. Se mantenía sentada con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, perfectamente sostenida sobre las aguas del lago en un punto situado en el centro de la silueta de los tres Kage. El sonido de la cascada inundaba sus oídos, el olor del agua, su nariz. No sentía otra cosa más que su propia existencia, pero algo dentro de ella parecía removerse con inquietud. No era capaz de identificar qué era aquel sentimiento—. ¿Habríais hecho un sacrificio así de saber que las Bestias acabarían por resurgir una a una?
Kōri... Le había costado sudor y esfuerzo convencerle de que volviera a acompañarla después de su última incursión a aquel lugar. Pero de verdad lo necesitaba, necesitaba volver a ver El Valle del Fin con sus propios ojos una vez más.
Tan sólo podía esperar que en aquella ocasión no se encontrara con otra vieja que le arruinara la experiencia.