10/09/2017, 17:44
Riko parecía molesto. «Bien», pensó Akame. El tono amable y apelar al compañerismo le habían proporcionado un rastro que seguir, pero llegados a aquel punto, esas tácticas no iban a llevarle mucho más lejos. Era hora de cambiar. O, al menos, eso hacía siempre Datsue; él lo llamaba tácticas de desestabilización.
Y a Akame le habían funcionado. Para su sorpresa, el Senju acabó mascullando no sé qué de que si ya tendría que saber quién había sido. Eso cambió totalmente los esquemas del Uchiha, que apartó de un plumazo sus sospechas sobre un periodista. Según lo que había dicho Riko, la persona que estaba intoxicando a sus compañeros contra él, la persona que quería verle caer en desgracia...
«Es alguien de Uzushiogakure...»
«Vale, tengo que relajarme. Estoy cerca. Estoy muy cerca. Que no se te note, Akame, maldito...» El Uchiha se revolvió en su silla, visiblemente incómodo.
—Está bien, está bien compañero... No quería presionarte. Gracias por tu ayuda, la verdad es que me acabas de dejar mucho más tranquilo —mintió, y luego se puso en pie, kasa en mano.
—Ahora tengo que irme, Riko-san. Ha sido un placer charlar contigo, ¡nos vemos luego!
Y con aquellas, el Uchiha dejó un par de billetes sobre la mesa —sus dos granizados— y se caló el sombrero de paja. Luego abandonó la terraza, calle arriba, mientras su cabeza maquinaba sin parar.
Y a Akame le habían funcionado. Para su sorpresa, el Senju acabó mascullando no sé qué de que si ya tendría que saber quién había sido. Eso cambió totalmente los esquemas del Uchiha, que apartó de un plumazo sus sospechas sobre un periodista. Según lo que había dicho Riko, la persona que estaba intoxicando a sus compañeros contra él, la persona que quería verle caer en desgracia...
«Es alguien de Uzushiogakure...»
«Vale, tengo que relajarme. Estoy cerca. Estoy muy cerca. Que no se te note, Akame, maldito...» El Uchiha se revolvió en su silla, visiblemente incómodo.
—Está bien, está bien compañero... No quería presionarte. Gracias por tu ayuda, la verdad es que me acabas de dejar mucho más tranquilo —mintió, y luego se puso en pie, kasa en mano.
—Ahora tengo que irme, Riko-san. Ha sido un placer charlar contigo, ¡nos vemos luego!
Y con aquellas, el Uchiha dejó un par de billetes sobre la mesa —sus dos granizados— y se caló el sombrero de paja. Luego abandonó la terraza, calle arriba, mientras su cabeza maquinaba sin parar.