10/09/2017, 20:25
(Última modificación: 10/09/2017, 20:44 por Amedama Daruu.)
Junto al grito, una onda de chakra blanquecino reventó la esfera con una violencia que nadie, ni Ayame, ni Marun, ni Shanise y Mogura, que acababan de entrar a escena, podrían haber previsto. El agua estalló en dirección al Kajitsu Hozuki, que de pura sorpresa no pudo activar el Suika no Jutsu a tiempo. El ninja salió disparado hacia el vacío, más allá del borde de la azotea, pero al final, justo antes de descender hasta las calles de Shinogi-To, sonrió.
Shanise corrió hacia el borde del edificio.
—¡Mogura-kun, atiende a Ayame! ¡Está herida! —Porque aunque la muchacha no sintiese dolor, tenía la piel llena de quemaduras por culpa de la electricidad que había recorrido su cuerpo, potenciada por la técnica de Suiton. Las piernas le fallaron, y cayó al suelo, de rodillas. Entonces, todo el dolor subió hasta la punta de sus cabellos como si fuese la misma corriente eléctrica que la había atravesado anteriormente.
La jounin oteó las calles, en la distancia, pero no había rastro del Kajitsu. Ni siquiera un charco de agua furtivo. Nada. Había conseguido escapar. Chasqueó la lengua con fastidio y acudió corriendo al encuentro con sus subordinados. Se arrodilló frente a Ayame.
—¡Ayame, Ayame! ¿Estás bien? —dijo.
De pronto, Mogura se dio cuenta de que tenía algo a los pies. Se trataba de una wakizashi, aunque su diseño era bastante peculiar. Tenía el filo totalmente negro, y tenía una palabra escrita en kanji casi en la base: "Pluma" (羽).
Si la tomaba, vería que se trataba de una hoja tan ligera que casi parecía no pesar. Sería sin duda un buen arma, apta para su manejo. El atacante no la echaría de menos, y, como Mogura comprobaría, su escasa fuerza no le impediría manejarla con facilidad.
Shanise corrió hacia el borde del edificio.
—¡Mogura-kun, atiende a Ayame! ¡Está herida! —Porque aunque la muchacha no sintiese dolor, tenía la piel llena de quemaduras por culpa de la electricidad que había recorrido su cuerpo, potenciada por la técnica de Suiton. Las piernas le fallaron, y cayó al suelo, de rodillas. Entonces, todo el dolor subió hasta la punta de sus cabellos como si fuese la misma corriente eléctrica que la había atravesado anteriormente.
La jounin oteó las calles, en la distancia, pero no había rastro del Kajitsu. Ni siquiera un charco de agua furtivo. Nada. Había conseguido escapar. Chasqueó la lengua con fastidio y acudió corriendo al encuentro con sus subordinados. Se arrodilló frente a Ayame.
—¡Ayame, Ayame! ¿Estás bien? —dijo.
De pronto, Mogura se dio cuenta de que tenía algo a los pies. Se trataba de una wakizashi, aunque su diseño era bastante peculiar. Tenía el filo totalmente negro, y tenía una palabra escrita en kanji casi en la base: "Pluma" (羽).
Si la tomaba, vería que se trataba de una hoja tan ligera que casi parecía no pesar. Sería sin duda un buen arma, apta para su manejo. El atacante no la echaría de menos, y, como Mogura comprobaría, su escasa fuerza no le impediría manejarla con facilidad.
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