11/09/2017, 15:57
Allí estaba, una vez más. Parecía que, por mucho que sus contrincantes lo intentasen, los dioses no querían que Uchiha Akame perdiese un combate. Hasta la fecha ninguno de sus oponentes había estado ni siquiera cerca de vencerle, y eso hizo que el muchacho abordase la arena por tercera vez consecutiva con un ánimo distinto.
Lucía seguro y confiado, y sus ojos duros como la pizarra recorrían las gradas repletas de gente que ya le conocía, que le vitoreaba o abucheaba según la preferencia de cada cual. Iba vestido con una camiseta de manga larga y cuello alto, con el símbolo del clan Uchiha a la espalda, unos pantalones pesqueros color arena y sandalias ninja azules. A la espalda llevaba su viejo ninjato, y en la cintura, en el lado derecho, el portaobjetos. La bandana del Remolino relucía en su frente con el Sol de Verano, y la había usado para afianzar la coleta en la que estaba recogida su melena negra.
Subió las escaleras del tatami, se paró donde debía e hizo una reverencia al palco de los Kage. Luego, desvió sus ojos rojos por el Sharingan hacia el otro lado de la arena de combate; ansioso.
Lucía seguro y confiado, y sus ojos duros como la pizarra recorrían las gradas repletas de gente que ya le conocía, que le vitoreaba o abucheaba según la preferencia de cada cual. Iba vestido con una camiseta de manga larga y cuello alto, con el símbolo del clan Uchiha a la espalda, unos pantalones pesqueros color arena y sandalias ninja azules. A la espalda llevaba su viejo ninjato, y en la cintura, en el lado derecho, el portaobjetos. La bandana del Remolino relucía en su frente con el Sol de Verano, y la había usado para afianzar la coleta en la que estaba recogida su melena negra.
Subió las escaleras del tatami, se paró donde debía e hizo una reverencia al palco de los Kage. Luego, desvió sus ojos rojos por el Sharingan hacia el otro lado de la arena de combate; ansioso.