12/09/2017, 11:05
Bōshi tiró gentilmente de Ayame para hacerla levantarse y ella, como si hubiera olvidado por completo por qué estaba allí, siguió sus pasos con una extraña docilidad. La liebre, insistente, intentó volver con Eri, pero el conejo estalló en una súbita nube de humo y el animal salió literalmente por patas a refugiarse entre las piernas de Bōshi.
—¿Mmmh? ¿Qué ocurre?
Eri había vuelto a su forma original ante los estupefactos ojos de Bōshi y los apáticos de Ayame. La muchacha, erguida sobre sus propias piernas, se acercó a todo correr hacia Ayame, quien le dirigió una profunda mirada interrogante. Sin embargo, las palabras parecieron morir en la garganta de la muchacha, porque se vio incapaz de pronunciar palabra.
—¡Oh! ¡Así que has traído a una amiga, Arisu-chan! ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¡No hay tiempo que perder entre té y té! ¡Bebamos!
Y, con un salto de alegría, el hombre del sombrero soltó a Ayame, que se mantuvo imperturbable como una muñeca sin vida en su sitio, agarró a Eri por la muñeca y le puso una nueva taza de té entre las manos.
—¡Vamos, bebe, muchachita! ¿Cuál es tu nombre?
—¿Mmmh? ¿Qué ocurre?
Eri había vuelto a su forma original ante los estupefactos ojos de Bōshi y los apáticos de Ayame. La muchacha, erguida sobre sus propias piernas, se acercó a todo correr hacia Ayame, quien le dirigió una profunda mirada interrogante. Sin embargo, las palabras parecieron morir en la garganta de la muchacha, porque se vio incapaz de pronunciar palabra.
—¡Oh! ¡Así que has traído a una amiga, Arisu-chan! ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¡No hay tiempo que perder entre té y té! ¡Bebamos!
Y, con un salto de alegría, el hombre del sombrero soltó a Ayame, que se mantuvo imperturbable como una muñeca sin vida en su sitio, agarró a Eri por la muñeca y le puso una nueva taza de té entre las manos.
—¡Vamos, bebe, muchachita! ¿Cuál es tu nombre?