12/09/2017, 20:51
El chirrido de la compuerta que le separaba de la plataforma de combate y, también; de su próximo rival, le sacó finalmente de su calmo ensimismamiento. Abrió los ojos y observó hacia adelante, donde la potente luminosidad del sol veraniego ciñéndose por sobre el Estadio se introdujo hacia su sala, como así lo hicieron también los ecos de vítores y porras de cientos y cientos de seguidores que clamaban al unísono que el combate diera inicio.
Tan sonriente como siempre, reluciendo su filoso manojo de dientes de cuchilla, el escualo tomó rumbo hacia el exterior. Vestía como casi siempre lo hacía: camisa negra sin mangas, pantalones de combate ajustados a nivel de los tobillos y botas negras largas de shinobi, que dejaban sus dedos al descubierto. Su cinturón marrón envolviéndole la cintura, junto con su termo y el portaobjetos, y por su espalda, reposaba la Kodachi junto con su larga y frondosa cabellera azul. La bandana que le identificaba como un orgulloso ninja de la Aldea de Amegakure, en su frente.
Caminó tan seguro y pomposo como lo había hecho al inicio de todos los combates. Saludó al público, a su Kage; y de últimas, volteó hacia su norte. Y en ese norte, no podía yacer más nadie sino Uchiha Akame, con sus intensos ojos bañados en sangre observándole el alma, serio y recto sobre su posición.
Su rostro, imperturbable, tanto que parecía una roca caliza de esas duras de roer. Un diamante inexplotable.
«¿Y quién si no?»
Pero lejos de intimidarle, aquello no hizo más que reafirmarle una cosa: que el mérito sería mayor si llegaba a patearle el culo a su oponente. Y sino, habría perdido contra un digno rival. Era un ganar y ganar para él, por suerte. Si le hubiese tocado contra Ayame, quizás no hubiese podido excusarse en lo mismo, así que estaba curiosamente agradecido porque le hubiesen emparejado contra él. Contra su compañero de aventuras, y ahora: su más difícil obstáculo.
—¡Pero claro! es que tenías que ser tú, Akame-kun. Qué lástima que el torneo no sea de noche, sabes. Quizás con una buena luna llena podría volverte un zombie como aquella vez. ¿Recuerdas? —hablaba, claro está, de una de sus aventuras. De aquella isla maldita, y de los paganos que conocían íntimos secretos de él, y de la sangre que corre por su clan.
Tan sonriente como siempre, reluciendo su filoso manojo de dientes de cuchilla, el escualo tomó rumbo hacia el exterior. Vestía como casi siempre lo hacía: camisa negra sin mangas, pantalones de combate ajustados a nivel de los tobillos y botas negras largas de shinobi, que dejaban sus dedos al descubierto. Su cinturón marrón envolviéndole la cintura, junto con su termo y el portaobjetos, y por su espalda, reposaba la Kodachi junto con su larga y frondosa cabellera azul. La bandana que le identificaba como un orgulloso ninja de la Aldea de Amegakure, en su frente.
Caminó tan seguro y pomposo como lo había hecho al inicio de todos los combates. Saludó al público, a su Kage; y de últimas, volteó hacia su norte. Y en ese norte, no podía yacer más nadie sino Uchiha Akame, con sus intensos ojos bañados en sangre observándole el alma, serio y recto sobre su posición.
Su rostro, imperturbable, tanto que parecía una roca caliza de esas duras de roer. Un diamante inexplotable.
«¿Y quién si no?»
Pero lejos de intimidarle, aquello no hizo más que reafirmarle una cosa: que el mérito sería mayor si llegaba a patearle el culo a su oponente. Y sino, habría perdido contra un digno rival. Era un ganar y ganar para él, por suerte. Si le hubiese tocado contra Ayame, quizás no hubiese podido excusarse en lo mismo, así que estaba curiosamente agradecido porque le hubiesen emparejado contra él. Contra su compañero de aventuras, y ahora: su más difícil obstáculo.
—¡Pero claro! es que tenías que ser tú, Akame-kun. Qué lástima que el torneo no sea de noche, sabes. Quizás con una buena luna llena podría volverte un zombie como aquella vez. ¿Recuerdas? —hablaba, claro está, de una de sus aventuras. De aquella isla maldita, y de los paganos que conocían íntimos secretos de él, y de la sangre que corre por su clan.