13/09/2017, 19:38
Estaba cayendo ya el ocaso, y los últimos rayos de Sol teñían el cielo veraniego de naranjas, rojos y añiles. Al calor sofocante del día daba, poco a poco, paso una brisa nocturna de lo más refrescante. En Verano normalmente los habitantes del Valle elegían aquella hora del día para volver a sus casas y cenar, estar con la familia o terminar sus quehaceres. Los que podían, claro.
Era por esa misma razón que Uchiha Akame llegó al Lago Partido cuando la mayoría de la gente que había pasado el día allí, refrescandose en sus frías aguas o a la sombra de alguno de los árboles de frondosas copas que poblaban sus orillas. Deseaba paz. Mejor dicho, necesitaba paz. Sus pasos procedían de Nantōnoya, concretamente de la habitación de su compañero Datsue —al que, por cierto, había estado a punto de matar allí mismo—. Durante el camino Akame se arrepintió varias veces de haber dejado que aquella rata se saliese con la suya pagando sólo un cabezazo en la mejilla como precio. Pero realmente sabía que no tenía muchas más opciones, de modo que cuando llegó al Lago Partido sólo quería despejarse.
¿Y qué mejor forma de hacerlo conocía el Uchiha? Pues entrenar. Era o eso, o leer, y con el cuerpo todavía temblándole —a ratos— de ira, le hubiese sido imposible mantener la concentración en ninguno de sus libros; y eso que todavía tenía Fundamentos Básicos del Fuuton pendiente.
Sea como fuere, cuando Akame llegó allí no quedaba nadie. Comenzó a andar por el puente de madera que atravesaba las aguas, deteniéndose a cada rato para mascullar alguna maldición. De repente levantó la vista y atisbó una figura al otro lado. Una figura que conocía muy bien.
Era por esa misma razón que Uchiha Akame llegó al Lago Partido cuando la mayoría de la gente que había pasado el día allí, refrescandose en sus frías aguas o a la sombra de alguno de los árboles de frondosas copas que poblaban sus orillas. Deseaba paz. Mejor dicho, necesitaba paz. Sus pasos procedían de Nantōnoya, concretamente de la habitación de su compañero Datsue —al que, por cierto, había estado a punto de matar allí mismo—. Durante el camino Akame se arrepintió varias veces de haber dejado que aquella rata se saliese con la suya pagando sólo un cabezazo en la mejilla como precio. Pero realmente sabía que no tenía muchas más opciones, de modo que cuando llegó al Lago Partido sólo quería despejarse.
¿Y qué mejor forma de hacerlo conocía el Uchiha? Pues entrenar. Era o eso, o leer, y con el cuerpo todavía temblándole —a ratos— de ira, le hubiese sido imposible mantener la concentración en ninguno de sus libros; y eso que todavía tenía Fundamentos Básicos del Fuuton pendiente.
Sea como fuere, cuando Akame llegó allí no quedaba nadie. Comenzó a andar por el puente de madera que atravesaba las aguas, deteniéndose a cada rato para mascullar alguna maldición. De repente levantó la vista y atisbó una figura al otro lado. Una figura que conocía muy bien.