14/09/2017, 00:11
«Amedama Daruu... Esto sí es una coincidencia», pensó el Uchiha. No había sabido absolutamente nada de aquel extraño tío desde que tuviese que recorrer todo Uzu no Kuni en tiempo récord para evitar que iniciase una catástrofe diplomática por orden de la difunta Shiona. Todavía recordaba el rostro de aquella hiena, el chuunin colaborador del también muerto en ese momento Uzumaki Zoku, asesinado por Uzumaki Gouna, la actual Uzukage. Si Akame hubiese podido ver el futuro, probablemente no le habría quedado más remedio que partirse de risa allí mismo. La ironía difícilmente podía ser más aguda.
«Los dioses tienen un curioso sentido del humor...»
El Uchiha esperó a Daruu con una pose entre marcial y cansada. La última vez que se vieron no quedaron en buenos términos precisamente, pero Akame estaba tan furioso, agotado y confuso ese día que ni siquiera sabía cómo debía afrontar la situación. Probablemente se encontraba justo como Daruu el día en el que confrontaron; ese pensamiento le forzó a empatizar —ligeramente— con el amejin. Sin embargo, las palabras del muchacho le cogieron totalmente por sorpresa.
—¿Qué recuerdos ni qué gaitas, joder? —replicó, iracundo.
Apretó los puños y los dientes con fuerza, tratando de reprimir las ganas que tenía de golpear al Hyuga. Bajó la mirada hacia el Lago, alzó ambos puños y... Suspiró, dejándolos caer junto con sus hombros. Demasiados palos había recibido ese día. Demasiadas decepciones.
—Uchiha Datsue no me ha dado más que un buen dolor de cabeza hoy —se sinceró, y al instante se sintió extraño. «¿Por qué demonios se lo estoy contando a este tío? Como si le incumbiera en algo...» Alzó la mirada y admitió con tono cansado—. Perdona. He tenido días mejores.
Daruu lanzó una broma y Akame la cazó al vuelo. No era su humor, pero al menos le hizo torcer los labios en una suerte de media sonrisa poco convencida. Lo que sí que le hizo fijar su atención en el amejin fue lo que dijo después.
—¿Conmigo? —replicó Akame, extrañado—. ¿Y eso por qué? ¿Te eliminaron?
«Los dioses tienen un curioso sentido del humor...»
El Uchiha esperó a Daruu con una pose entre marcial y cansada. La última vez que se vieron no quedaron en buenos términos precisamente, pero Akame estaba tan furioso, agotado y confuso ese día que ni siquiera sabía cómo debía afrontar la situación. Probablemente se encontraba justo como Daruu el día en el que confrontaron; ese pensamiento le forzó a empatizar —ligeramente— con el amejin. Sin embargo, las palabras del muchacho le cogieron totalmente por sorpresa.
—¿Qué recuerdos ni qué gaitas, joder? —replicó, iracundo.
Apretó los puños y los dientes con fuerza, tratando de reprimir las ganas que tenía de golpear al Hyuga. Bajó la mirada hacia el Lago, alzó ambos puños y... Suspiró, dejándolos caer junto con sus hombros. Demasiados palos había recibido ese día. Demasiadas decepciones.
—Uchiha Datsue no me ha dado más que un buen dolor de cabeza hoy —se sinceró, y al instante se sintió extraño. «¿Por qué demonios se lo estoy contando a este tío? Como si le incumbiera en algo...» Alzó la mirada y admitió con tono cansado—. Perdona. He tenido días mejores.
Daruu lanzó una broma y Akame la cazó al vuelo. No era su humor, pero al menos le hizo torcer los labios en una suerte de media sonrisa poco convencida. Lo que sí que le hizo fijar su atención en el amejin fue lo que dijo después.
—¿Conmigo? —replicó Akame, extrañado—. ¿Y eso por qué? ¿Te eliminaron?