14/09/2017, 14:50
Nada más tomó un poco de aquel extraño y dulce té, la joven sintió como una extraña y apacible tranquilidad recorría su cuerpo hasta encontrarse con cada parte de su pequeño cuerpo. Parecía estar sobre una esponjosa y suave nube, como si nada ni nadie pudiese perturbarla en aquel momento, ningún pensamiento ni ninguna obligación... Sin embargo algo había dentro de su cabeza, algo que la aturdía y hacía que todo diese vueltas, pero no le importaba, se sentía tranquila...
...En paz.
—¿Eri? ¡No, no me gusta Eri!
Y la chica frunció el ceño, Eri era un nombre horrendo, es verdad, ¡ella no quería llamarse Eri!
—¡Ya sé! Tú serás... la Reina de Corazones. ¡Perfecto! Pero siga bebiendo, mi reina, hasta la última gota.
—Reina de corazones... —musitó la joven mientras se llevaba de nuevo la taza de té a sus labios para dar otro corto sorbo, dejando la mitad aún en la taza —. Me gusta ese nombre...
Con la rosa entre sus cabellos y el sombrerero detrás de ella, solo sabía medio tararear una nana en un tono apenas audible, con la taza entre sus dedos y los ojos entrecerrados. El hombre, sin embargo, no parecía tener el mismo aturdimiento que ella... Aunque eso a Eri le daba igual.
—Ay, nuestra pobre Arisu... Cuántas veces la he intentado apartar de su camino, mi Reina... Pero ella insiste en querer robaros a vuestro conejo blanco. Cuánto me temo que las oportunidades se han acabado ya, el juicio está sentenciado y...
»¿Cuál es la condena, Reina de Corazones?
—¿Mi conejo...? ¡Mi conejo blanco! —exclamó abriendo los ojos, inmediatamente después frunció el ceño y miró a Ayame —. ¿Y mi conejo blanco? ¡No está! ¡Lo necesito! —exigió levantando su mano izquierda, señalando a Ayame de forma acusadora —. ¡Su condena será...
...Encontrar al conejo blanco!
...En paz.
—¿Eri? ¡No, no me gusta Eri!
Y la chica frunció el ceño, Eri era un nombre horrendo, es verdad, ¡ella no quería llamarse Eri!
—¡Ya sé! Tú serás... la Reina de Corazones. ¡Perfecto! Pero siga bebiendo, mi reina, hasta la última gota.
—Reina de corazones... —musitó la joven mientras se llevaba de nuevo la taza de té a sus labios para dar otro corto sorbo, dejando la mitad aún en la taza —. Me gusta ese nombre...
Con la rosa entre sus cabellos y el sombrerero detrás de ella, solo sabía medio tararear una nana en un tono apenas audible, con la taza entre sus dedos y los ojos entrecerrados. El hombre, sin embargo, no parecía tener el mismo aturdimiento que ella... Aunque eso a Eri le daba igual.
—Ay, nuestra pobre Arisu... Cuántas veces la he intentado apartar de su camino, mi Reina... Pero ella insiste en querer robaros a vuestro conejo blanco. Cuánto me temo que las oportunidades se han acabado ya, el juicio está sentenciado y...
»¿Cuál es la condena, Reina de Corazones?
—¿Mi conejo...? ¡Mi conejo blanco! —exclamó abriendo los ojos, inmediatamente después frunció el ceño y miró a Ayame —. ¿Y mi conejo blanco? ¡No está! ¡Lo necesito! —exigió levantando su mano izquierda, señalando a Ayame de forma acusadora —. ¡Su condena será...
...Encontrar al conejo blanco!