15/09/2017, 16:03
«¿Empate?»
La sorpresa se hizo evidente en el rostro de Akame. Desde luego, que aquel gennin eliminase a Datsue —por mucho que ahora mismo quisiera matarle, Akame reconocía que su compañero era habilidoso en el combate; y Uchiha, para más inri— era lo último que se habría esperado en el mundo. «Vaya, Amedama Daruu, si no estuviese tan cabreado hasta me resultarías interesante ahora mismo...»
El Uchiha abrió la boca para contestar, pero Daruu le interrumpió sacando de su bolsillo un objeto que Akame conocía muy bien. Demasiado bien. «¿¡Ese malnacido...!? ¿¡También las ha repartido por las residencias de las otras Aldeas!?» Del estupor, su rostro pasó a la rabia más pura y sin adulterar. Saben los dioses que estuvo tentado de darse la media vuelta, volver a Nantonoya y acabar lo que había querido empezar, pero se contuvo. Como una presa esperando el ataque de su depredador, Akame aguardó en actitud visiblemente defensiva la burla que vendría por parte del amejin.
Unas palabras que no llegaron. En su lugar, Daruu se limitó a hacer un comentario sin más pretensiones. Akame estaba atónito, y tantas emociones juntas dentro de su cabeza estaban empezando a darle un dolor intenso y punzante en las sienes. Se dio media vuelta, encarando al Lago y apoyándose en la barandilla junto al gennin de Ame.
—¿Qué ironía, no? —dijo al cabo de unos tensos momentos de silencio, suspirando—. Lo mismo que me obligaba a intentar matarte a ti, me impide intentar matarlo a él. Sin duda los dioses tienen un curioso sentido del humor...
»Qué jodida vergüenza para la Aldea... —masculló luego, por lo bajo.
La sorpresa se hizo evidente en el rostro de Akame. Desde luego, que aquel gennin eliminase a Datsue —por mucho que ahora mismo quisiera matarle, Akame reconocía que su compañero era habilidoso en el combate; y Uchiha, para más inri— era lo último que se habría esperado en el mundo. «Vaya, Amedama Daruu, si no estuviese tan cabreado hasta me resultarías interesante ahora mismo...»
El Uchiha abrió la boca para contestar, pero Daruu le interrumpió sacando de su bolsillo un objeto que Akame conocía muy bien. Demasiado bien. «¿¡Ese malnacido...!? ¿¡También las ha repartido por las residencias de las otras Aldeas!?» Del estupor, su rostro pasó a la rabia más pura y sin adulterar. Saben los dioses que estuvo tentado de darse la media vuelta, volver a Nantonoya y acabar lo que había querido empezar, pero se contuvo. Como una presa esperando el ataque de su depredador, Akame aguardó en actitud visiblemente defensiva la burla que vendría por parte del amejin.
Unas palabras que no llegaron. En su lugar, Daruu se limitó a hacer un comentario sin más pretensiones. Akame estaba atónito, y tantas emociones juntas dentro de su cabeza estaban empezando a darle un dolor intenso y punzante en las sienes. Se dio media vuelta, encarando al Lago y apoyándose en la barandilla junto al gennin de Ame.
—¿Qué ironía, no? —dijo al cabo de unos tensos momentos de silencio, suspirando—. Lo mismo que me obligaba a intentar matarte a ti, me impide intentar matarlo a él. Sin duda los dioses tienen un curioso sentido del humor...
»Qué jodida vergüenza para la Aldea... —masculló luego, por lo bajo.