15/09/2017, 16:14
Si a Daruu le preguntasen varios meses después cómo había reaccionado Akame al enterarse de que su amigo había estado repartiendo la revista Corazón de Uzureño por Nishinoya y Kitanoya, probablemente el muchacho hubiese afirmado, con total rotundidad, que su rostro pasó del blanco leche al rojo sangre en apenas unos segundos. Incluso si no fue así, desde luego la noticia no le había sentado muy bien. Se apoyó en la barandilla del puente, probablemente con la intención de que mirar el tranquilo vaivén de la superficie del lago acabase por calmar sus ánimos.
Al final, al cabo de un rato, suspiró, más tranquilo. Señaló la ironía de que lo mismo que le obligaba a matar a Daruu era lo que le impedía matar a Datsue. Se sintió la vergüenza de la aldea.
—¿Sabes? Eres más humano de lo que me pareció aquél día —dijo Daruu.
Después, al cabo de unos segundos, añadió:
—¿Un pequeño duelo te ayudaría a bajar los niveles de adrenalina? Creo que sigo queriendo luchar contra ti. En unos términos mucho más saludables, por supuesto. —Daruu miró a Akame, desafiante, y sonrió.
Al final, al cabo de un rato, suspiró, más tranquilo. Señaló la ironía de que lo mismo que le obligaba a matar a Daruu era lo que le impedía matar a Datsue. Se sintió la vergüenza de la aldea.
—¿Sabes? Eres más humano de lo que me pareció aquél día —dijo Daruu.
Después, al cabo de unos segundos, añadió:
—¿Un pequeño duelo te ayudaría a bajar los niveles de adrenalina? Creo que sigo queriendo luchar contra ti. En unos términos mucho más saludables, por supuesto. —Daruu miró a Akame, desafiante, y sonrió.