17/09/2017, 18:17
—¿¡Y qué demonios sabes tú de mí, eh!? —le gritó Akame, con los ojos chispeantes de furia, y Ayame no pudo evitar retroceder un paso, asustada—. ¡Nada!
Como una olla a presión calentada durante demasiado tiempo, la tapadera de aparente calma y serenidad del Uchiha había volado por los aires. Se podía ver en sus ojos acerados, en los músculos contraídos en todo su cuerpo... Akame casi parecía despedir aquella ira como si fuera electricidad estática.
—Todos los amejin sois iguales. Os creéis por encima del bien y del mal, en posesión de la verdad absoluta. Juzgáis a todo el mundo como si vosotros no fuéseis bárbaros carentes de la más mínima disciplina o respeto por la cadena de mando. ¡No me jodas! —agregó, y sus palabras fueron la batería que recargó el carácter de Ayame.
—¿"Bárbaros carentes de disciplina o de respeto por la cadena de mando"? —repitió, incapaz de creer lo que acababa de escuchar—. ¡¿Pero de qué demonios estás hablando, Akame-san? ¡No estaba hablando de órdenes! ¡Pues claro que obedecemos a nuestros superiores, somos ninja! ¡Pero yo estaba hablando de sentimientos! ¿Acaso necesitas una orden para tener sentimientos? —agitó un brazo en el aire, airada, como si con ese gesto fuera a conseguir descargar la rabia que sentía al escucharle hablar de aquella manera. ¿Bárbaros? ¡¿De dónde narices había sacado aquello?!
De repente, Akame volvió su mirada hacia Haru, y Ayame se sintió como si despertara de un mal sueño. La niebla de rabia que cubría su mente se despejó un poco, lo suficiente como para acordarse de que no estaban solos allí.
─Eh… L-lo siento, pe-pero creo que estoy de más aquí —musitó el pobre chico, retrocediendo algunos pasos.
Ayame tuvo que hacer un esfuerzo para respirar hondo y serenarse. Pero tenía que volver a centrar sus pensamientos.
—N... no, está bien... —musitó Ayame, con la mano apoyada en sus ojos. Volvió a respirar hondo un par de veces, y después alzó las manos en un gesto rendido—. Vosotros estábais charlando aquí antes, he sido yo quien ha invadido vuestro espacio. Yo... Lo siento. No os molestaré más...
Inclinó el cuerpo en una reverencia y se dio media vuelta, dispuesta a continuar su camino hacia Nishinoya con un doloroso nudo en la base de la garganta. Pensara lo que pensara de Akame, lo último que desearía sería que alguien ajeno se viera inmiscuido en aquel rifirrafe que acababa de ocurrir.
«Muy bien, Ayame. Menudo espectáculo.» Se regañó, sacudiendo la cabeza.
Como una olla a presión calentada durante demasiado tiempo, la tapadera de aparente calma y serenidad del Uchiha había volado por los aires. Se podía ver en sus ojos acerados, en los músculos contraídos en todo su cuerpo... Akame casi parecía despedir aquella ira como si fuera electricidad estática.
—Todos los amejin sois iguales. Os creéis por encima del bien y del mal, en posesión de la verdad absoluta. Juzgáis a todo el mundo como si vosotros no fuéseis bárbaros carentes de la más mínima disciplina o respeto por la cadena de mando. ¡No me jodas! —agregó, y sus palabras fueron la batería que recargó el carácter de Ayame.
—¿"Bárbaros carentes de disciplina o de respeto por la cadena de mando"? —repitió, incapaz de creer lo que acababa de escuchar—. ¡¿Pero de qué demonios estás hablando, Akame-san? ¡No estaba hablando de órdenes! ¡Pues claro que obedecemos a nuestros superiores, somos ninja! ¡Pero yo estaba hablando de sentimientos! ¿Acaso necesitas una orden para tener sentimientos? —agitó un brazo en el aire, airada, como si con ese gesto fuera a conseguir descargar la rabia que sentía al escucharle hablar de aquella manera. ¿Bárbaros? ¡¿De dónde narices había sacado aquello?!
De repente, Akame volvió su mirada hacia Haru, y Ayame se sintió como si despertara de un mal sueño. La niebla de rabia que cubría su mente se despejó un poco, lo suficiente como para acordarse de que no estaban solos allí.
─Eh… L-lo siento, pe-pero creo que estoy de más aquí —musitó el pobre chico, retrocediendo algunos pasos.
Ayame tuvo que hacer un esfuerzo para respirar hondo y serenarse. Pero tenía que volver a centrar sus pensamientos.
—N... no, está bien... —musitó Ayame, con la mano apoyada en sus ojos. Volvió a respirar hondo un par de veces, y después alzó las manos en un gesto rendido—. Vosotros estábais charlando aquí antes, he sido yo quien ha invadido vuestro espacio. Yo... Lo siento. No os molestaré más...
Inclinó el cuerpo en una reverencia y se dio media vuelta, dispuesta a continuar su camino hacia Nishinoya con un doloroso nudo en la base de la garganta. Pensara lo que pensara de Akame, lo último que desearía sería que alguien ajeno se viera inmiscuido en aquel rifirrafe que acababa de ocurrir.
«Muy bien, Ayame. Menudo espectáculo.» Se regañó, sacudiendo la cabeza.