19/09/2017, 15:08
Si voz se vio acompañada por otra que conocía bien. Daruu debería haber quedado aturdido por su técnica, pero de algún modo encontró el modo de reincorporarse y lanzar al unísono la misma técnica. Ayame sabía cómo acabaría aquello, el dominio de su compañero sobre el suiton era claramente superior al suyo. Pero aún así no cejó en su empeño.
Y entonces sintió frío.
Una sombra cruzó el espacio. Los dos chorros de agua se encontraron en el aire y algo pareció romperse en mil pedazos. La salpicadura se vio acompañada de miles de cristales que lanzaron destellos rosados bajo el sol. Y, cuando el agua cayó sobre la plataforma, Kori, con los dos brazos alzados, les dirigió una larga mirada.
—¿Her... mano...? —balbuceó con esfuerzo, antes de que la vista se le emborronara.
Las piernas le fallaron. Si cuerpo se tambaleó peligrosamente y el suelo ascendió hasta ella a toda velocidad. Algo la sostuvo del brazo en el último momento.
—¿¡Se puede saber qué cojones estáis haciendo?!
Era la voz de su padre, pero ella apenas le estaba escuchando. Resollaba, tratando de recuperar el aliento, y en su espalda el chakra bombeaba con fuerza. Entonces sintió que le ponía la mano entre los omóplatos, y fue como si cortarán un grifo de repente. Ayame jadeó, angustiada, pero entonces otro torrente de energía comenzó a entrar en su cuerpo desde el exterior. Uno mucho más calmo, más sutil, menos... ardiente.
—¿Es que te has vuelto loca? ¿Quieres estar indispuesta para tu siguiente combate del torneo, niña?
Ella apretó las mandíbulas, pero ni siquiera tenía fuerzas para contestar.
Y entonces sintió frío.
Una sombra cruzó el espacio. Los dos chorros de agua se encontraron en el aire y algo pareció romperse en mil pedazos. La salpicadura se vio acompañada de miles de cristales que lanzaron destellos rosados bajo el sol. Y, cuando el agua cayó sobre la plataforma, Kori, con los dos brazos alzados, les dirigió una larga mirada.
—¿Her... mano...? —balbuceó con esfuerzo, antes de que la vista se le emborronara.
Las piernas le fallaron. Si cuerpo se tambaleó peligrosamente y el suelo ascendió hasta ella a toda velocidad. Algo la sostuvo del brazo en el último momento.
—¿¡Se puede saber qué cojones estáis haciendo?!
Era la voz de su padre, pero ella apenas le estaba escuchando. Resollaba, tratando de recuperar el aliento, y en su espalda el chakra bombeaba con fuerza. Entonces sintió que le ponía la mano entre los omóplatos, y fue como si cortarán un grifo de repente. Ayame jadeó, angustiada, pero entonces otro torrente de energía comenzó a entrar en su cuerpo desde el exterior. Uno mucho más calmo, más sutil, menos... ardiente.
—¿Es que te has vuelto loca? ¿Quieres estar indispuesta para tu siguiente combate del torneo, niña?
Ella apretó las mandíbulas, pero ni siquiera tenía fuerzas para contestar.