19/09/2017, 22:51
Daruu sintió una oleada de frío. Era como una brisa, como si alguien acabase de abrir una nevera al aire libre. Era una sensación que conocía muy bien. Su técnica acuática chocó contra algo sólido que se rompió. Y allá en el centro del choque, rodeado por una fina lluvia de cristales de hielo irídeos, estaba Kori-sensei.
Kori-sensei...
El muchacho se dio cuenta, en aquél preciso instante, de que se habían excedido. Una figura femenina entró en el rango trasero de la visión periférica de su Byakugan, pero él desactivó el doujutsu. Como si ni siquiera quisiera verla. Cerró los ojos y se encogió sobre sí mismo...
...Kiroe le agarró de la oreja y tiró con fuerza.
—¿¡Pero sois imbéciles o qué os pasa!? —bramó. Daruu juraría que nunca la había visto tan enfadada—. ¡Os váis a herir! ¡En medio de dos rondas!
—Bien. ¿Lo habéis entendido? —dijo Kiroe.
Daruu, Ayame, Kori, Zetsuo y Kiroe se encontraban sentados alrededor de una mesa en un hotel del Valle de los Dojos, El Patito Frito, lugar donde su madre se alojaba cada vez que visitaba el país, y que, según había asegurado y jurado por todos los miembros vivos de la familia Amedama —ella y Daruu, probablemente—, era el mejor establecimiento de los Dojos. Pese al refunfuñe de Zetsuo, los tres se hospedarían durante el fin de semana para presenciar la siguiente ronda. Era el único momento en el que les estaba permitido la visita.
Y ahora estaban en una especie de cena familiar. Formaban una extraña fusión de dos medias familias, mejor dicho. Daruu y Ayame se encontraban en un extremo de la mesa, con la cabeza pegada en la madera y haciendo una larga y pronunciada reverencia.
—Sí, madre. Sí, Zetsuo-san. Hemos hecho mal. Lo siento —repitió Daruu, por decimosexta vez aquella noche. Vestía el mismo jinbei verde que había lucido durante su cita con Ayame—. Somos unos niñatos estúpidos e imprudentes.
Kori-sensei...
El muchacho se dio cuenta, en aquél preciso instante, de que se habían excedido. Una figura femenina entró en el rango trasero de la visión periférica de su Byakugan, pero él desactivó el doujutsu. Como si ni siquiera quisiera verla. Cerró los ojos y se encogió sobre sí mismo...
...Kiroe le agarró de la oreja y tiró con fuerza.
—¿¡Pero sois imbéciles o qué os pasa!? —bramó. Daruu juraría que nunca la había visto tan enfadada—. ¡Os váis a herir! ¡En medio de dos rondas!
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—Bien. ¿Lo habéis entendido? —dijo Kiroe.
Daruu, Ayame, Kori, Zetsuo y Kiroe se encontraban sentados alrededor de una mesa en un hotel del Valle de los Dojos, El Patito Frito, lugar donde su madre se alojaba cada vez que visitaba el país, y que, según había asegurado y jurado por todos los miembros vivos de la familia Amedama —ella y Daruu, probablemente—, era el mejor establecimiento de los Dojos. Pese al refunfuñe de Zetsuo, los tres se hospedarían durante el fin de semana para presenciar la siguiente ronda. Era el único momento en el que les estaba permitido la visita.
Y ahora estaban en una especie de cena familiar. Formaban una extraña fusión de dos medias familias, mejor dicho. Daruu y Ayame se encontraban en un extremo de la mesa, con la cabeza pegada en la madera y haciendo una larga y pronunciada reverencia.
—Sí, madre. Sí, Zetsuo-san. Hemos hecho mal. Lo siento —repitió Daruu, por decimosexta vez aquella noche. Vestía el mismo jinbei verde que había lucido durante su cita con Ayame—. Somos unos niñatos estúpidos e imprudentes.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)