20/09/2017, 12:47
(Última modificación: 20/09/2017, 13:25 por Aotsuki Ayame.)
Ante su inculpación, Daruu se quedó boquiabierto. Sus ojos plateados viraron de Ayame a los adultos, y de los adultos a Ayame, varias veces.
—¡Me metió en un Genjutsu con avispas! ¡Va de inocente pero ella iba en serio también! —se defendió él. Antes de que pudiera contestar, se giró hacia ella, y la cogió de la ropa—: ¡Ahora no intentes excluirte de las consecuencias, A-YA-ME.
Ayame volvió a sonrojarse. Pero no era el típico sonrojo de cuando Daruu se acercaba a ella. No. Aquel sonrojo era muy diferente. Encerraba toda la furia de la tormenta en sus ojos, clavados en él.
—¡Eso fue porque me provocaste! ¡ME LLAMASTE COBARDE! —le gritó a la cara, agarrándole también por el cuello del jinbei—. ¡¿Acaso quieres pelea de nuevo?! ¡MIRA QUE TE REVIENTO!
Y la pelea empezó entre torpes manotazos, gritos e insultos que carecían de cualquier tipo de sentido. Desde pelopincho hasta ojos ciegos y varios improperios más que fueron subiendo en volumen y tono. Zetsuo y Kiroe no tardaron en actuar, se levantaron a la vez, y rápidos como dos saetas se colocaron junto a sus respectivos hijos, agarraron sus cabezas y las hicieron chocar para detenerlos. Pero Zetsuo debería haber previsto que, ante una acción así, la primera reacción de Ayame era más que evidente.
Al impacto con la de Daruu estalló violentamente en agua, empapándole de los pies a la cabeza.
—¡Basta ya! —gritó Kiroe.
Y, junto a ella, Zetsuo se remangó.
—¡Jodida cría!
Con la barbilla apoyada de nuevo en la mesa, Ayame se sujetaba el chichón que ahora lucía sobre la cabeza entre sonoros gimoteos.
—Jo... ¡Lo sientooooo!
—Sa... ¿Saben ya los señores qué van a tomar? —Un camarero, visiblemente nervioso y asustado se había acercado a la mesa con una libretita y un boli en la mano. Era un chico bastante joven, escuálido, de cabellos castaños y ojos color chocolate. Vestía el uniforme de camarero del hotel, pero llevaba la pajarita algo torcida. Por su apariencia, parecía un novato.
A juzgar por las miradas del resto de camareros y del servicio del hotel, aquel había sido el que había perdido la competición por ver quién los atendía.
—¡Me metió en un Genjutsu con avispas! ¡Va de inocente pero ella iba en serio también! —se defendió él. Antes de que pudiera contestar, se giró hacia ella, y la cogió de la ropa—: ¡Ahora no intentes excluirte de las consecuencias, A-YA-ME.
Ayame volvió a sonrojarse. Pero no era el típico sonrojo de cuando Daruu se acercaba a ella. No. Aquel sonrojo era muy diferente. Encerraba toda la furia de la tormenta en sus ojos, clavados en él.
—¡Eso fue porque me provocaste! ¡ME LLAMASTE COBARDE! —le gritó a la cara, agarrándole también por el cuello del jinbei—. ¡¿Acaso quieres pelea de nuevo?! ¡MIRA QUE TE REVIENTO!
Y la pelea empezó entre torpes manotazos, gritos e insultos que carecían de cualquier tipo de sentido. Desde pelopincho hasta ojos ciegos y varios improperios más que fueron subiendo en volumen y tono. Zetsuo y Kiroe no tardaron en actuar, se levantaron a la vez, y rápidos como dos saetas se colocaron junto a sus respectivos hijos, agarraron sus cabezas y las hicieron chocar para detenerlos. Pero Zetsuo debería haber previsto que, ante una acción así, la primera reacción de Ayame era más que evidente.
Al impacto con la de Daruu estalló violentamente en agua, empapándole de los pies a la cabeza.
—¡Basta ya! —gritó Kiroe.
Y, junto a ella, Zetsuo se remangó.
—¡Jodida cría!
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Con la barbilla apoyada de nuevo en la mesa, Ayame se sujetaba el chichón que ahora lucía sobre la cabeza entre sonoros gimoteos.
—Jo... ¡Lo sientooooo!
—Sa... ¿Saben ya los señores qué van a tomar? —Un camarero, visiblemente nervioso y asustado se había acercado a la mesa con una libretita y un boli en la mano. Era un chico bastante joven, escuálido, de cabellos castaños y ojos color chocolate. Vestía el uniforme de camarero del hotel, pero llevaba la pajarita algo torcida. Por su apariencia, parecía un novato.
A juzgar por las miradas del resto de camareros y del servicio del hotel, aquel había sido el que había perdido la competición por ver quién los atendía.