20/09/2017, 18:02
Los dos hombres salieron repelidos hacia atrás con fuerza debido a la fuerza del torrente de agua que les había impactado y, con algo de esfuerzo y bastante agua en sus ropas, se levantaron, dispuestos a seguir con aquello, no podían dejar que su jefe quedara en mal lugar y, por lo tanto, tenían que sacarlo de aquella prisión de papel pero...
—Así que queréis ponerme a prueba, ¿verdad? Pues jugaremos entonces, como vosotros queréis.
»Entre todos esos papeles que le cubren, hay cinco sellos explosivos. Son solo cinco sellos explosivos, suficientes para derribar toda esa maldita cueva, o un puto edificio. ¿Sabéis qué podría pasar con ese trozo de carne? ¿queréis descubrirlo?Como mováis un puto músculo, realizo un puto sello, y podréis recoger pedacitos de vuestro jefe con un cubito de playa y una pala por unos cuantos meses.
El Senju miró a su compañera, con cara de miedo, un miedo propio del que inspiraría cualquier psicópata de los que se hablaba en las noticias, un miedo provocado por las intenciones de la muchacha de dejar hecho papilla al hombre que, al escuchar las palabras de la pelirroja comenzó a gritar, suplicando por su vida.
— ¡NO! ¡Por favor, no me mates! ¡No mováis un puto músculo joder!
Nadie en el lugar se dignó a moverse, nadie quería comprobar si la amenia decía la verdad o si simplemente estaba tirando un farol, nadie quería arriesgarse pero, de repente...
¡POM! ¡POM!
Dos samurái aparecieron de la nada, dando sendos golpes en la nuca a los dos hombres que se encontraban de pie, frente a los genin, que cayeron inconscientes sobre el suelo.
— Señorita, por favor, deje a ese hombre, nosotros nos encargamos de ellos, no se preocupe.
Una voz sonó detrás de ellos, una voz muy serena y, tras ella, un samurai de los pies a la cabeza, con todo el equipo, armadura de color rojo oscuro, espada de las grandes y presencia imponente.
— Somos de la guardia de la ciudad, nos ha avisado un hombre de que aquí tenían presas a varias personas, a las que nos encontramos por el camino, así que imagino que habéis sido vosotros los que les han liberado, ¿no? — Preguntó manteniendo aquella calma que podía llegar a poner nervioso. — Muchas gracias de parte del Valle de los Dojos, pero, a partir de aquí, nos encargamos nosotros.
Riko se hizo a un lado, dejando que el samurai le adelantara y esperando que la pelirroja hiciera lo que les había ordenado.
—Así que queréis ponerme a prueba, ¿verdad? Pues jugaremos entonces, como vosotros queréis.
»Entre todos esos papeles que le cubren, hay cinco sellos explosivos. Son solo cinco sellos explosivos, suficientes para derribar toda esa maldita cueva, o un puto edificio. ¿Sabéis qué podría pasar con ese trozo de carne? ¿queréis descubrirlo?Como mováis un puto músculo, realizo un puto sello, y podréis recoger pedacitos de vuestro jefe con un cubito de playa y una pala por unos cuantos meses.
El Senju miró a su compañera, con cara de miedo, un miedo propio del que inspiraría cualquier psicópata de los que se hablaba en las noticias, un miedo provocado por las intenciones de la muchacha de dejar hecho papilla al hombre que, al escuchar las palabras de la pelirroja comenzó a gritar, suplicando por su vida.
— ¡NO! ¡Por favor, no me mates! ¡No mováis un puto músculo joder!
Nadie en el lugar se dignó a moverse, nadie quería comprobar si la amenia decía la verdad o si simplemente estaba tirando un farol, nadie quería arriesgarse pero, de repente...
¡POM! ¡POM!
Dos samurái aparecieron de la nada, dando sendos golpes en la nuca a los dos hombres que se encontraban de pie, frente a los genin, que cayeron inconscientes sobre el suelo.
— Señorita, por favor, deje a ese hombre, nosotros nos encargamos de ellos, no se preocupe.
Una voz sonó detrás de ellos, una voz muy serena y, tras ella, un samurai de los pies a la cabeza, con todo el equipo, armadura de color rojo oscuro, espada de las grandes y presencia imponente.
— Somos de la guardia de la ciudad, nos ha avisado un hombre de que aquí tenían presas a varias personas, a las que nos encontramos por el camino, así que imagino que habéis sido vosotros los que les han liberado, ¿no? — Preguntó manteniendo aquella calma que podía llegar a poner nervioso. — Muchas gracias de parte del Valle de los Dojos, pero, a partir de aquí, nos encargamos nosotros.
Riko se hizo a un lado, dejando que el samurai le adelantara y esperando que la pelirroja hiciera lo que les había ordenado.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»