20/09/2017, 21:15
«Bueno, pensándolo así…» Quizá Nabi tuviese razón respecto al pasado lejano y al pasado cercano. Quizá, incluso, no se había expresado tan mal como el Uchiha había pensado. El problema es que Datsue no pudo rememorar las palabras exactas que el Senju había empleado para comprobarlo. Y no pudo porque Nabi tenía un truco, un truco tan sencillo como infalible, que quebraba desde las mentes más lógicas hasta las más astutas. Un truco que consistía en…
… no parar de hablar. Hablaba, hablaba y hablaba. Hablaba tanto que el Uchiha creyó que se iba a ahogar por no respirar. ¿Cómo iba así a pensar en lo que había dicho anteriormente? Si pensaba, dejaba de oír lo nuevo que le decía. Y si le escuchaba, no podía concentrarse lo suficiente en sus anteriores palabras. Hasta aquel entonces, Uchiha Datsue se había creído un buen manipulador. Pero aquello era, sencillamente, otro nivel. Otra división muy superior.
«Mejor será que me concentre en lo que diga, o me acusará de nuevo de solo escuchar lo que quiero», pensó el Uchiha, a tiempo de oír un chiste sobre Kusareños, Amenios y Uzureños que le arrancó una carcajada. La risa le duró poco, pues Nabi se encargó de volver a las acusaciones.
—Tú y todos los que están aquí, vais solos. No os importa nada nadie y eso es triste. Y no voy a ir detrás de vosotros para que cambieis de mentalidad porque no lo voy a conseguir, me conozco y sé que no lo conseguiría.
—Nononono —dijo, de forma seguida y repetida, mientras negaba con la cabeza—. Ya estamos otra vez, acusando a tus compañeros y queriendo irte de rositas. Sin asumir responsabilidades ni hacer autocrítica —«Joder, este tío se parece peligrosamente a mí. Pero en peor, ¡porque se cree sus propias mentiras!»—. No, no, tú te me incluyes en el mismo saco, Nabi-san —le espetó, señalándole al pecho con un dedo—. En el tiempo que hemos estado aquí has hecho lo que todos: ir a su aire e importarle el resto una mierda, salvo quizá una excepción. A mí el pasado ese lejano no me sirve. ¿Qué intentaste hacer piña? ¿Pero a mí qué me vienes con esas? ¿Intentaste hacer piña conmigo? ¿Con Koko? ¿Con Kotetsu? —«No lo creo»—. ¿Qué tontería es esa de que te rendiste hace mucho tiempo? A mí también me dijeron en la academia que había que confiar en los compañeros, pero debiste faltar al resto de días, cuando nos inculcaron que un shinobi no debe rendirse nunca —«Bueno, conmigo lo intentaron, al menos. Se ve que con el mismo éxito que a ti…»—. Así que te me incluyes, Nabi. Te me incluyes. Y sino haces algo para remediarlo.
»Es más, ¡te hago una apuesta! —exclamó Datsue, emocionándose. Las apuestas siempre conseguían emocionarle—. Deja que pase esta ronda, y cierta cosa que va a pasar que crispará los nervios de más de uno, y te demostraré cuán equivocado estás. Voy a hacer piña por ti —aseguró, dándose una tremenda palmada en el pecho, eufórico—. Voy conseguir que todos y cada uno de esos cabrones —continuó, señalando las ventanas de las habitaciones—, bajen a desayunar al salón de abajo. Todos juntos. Qué digo desayunar... ¡incluso cenar! —exclamó, viniéndose arriba—. ¿Qué me dices? Decías que era imposible, ¿no? Por eso te rendiste. Así que no tendrás problema en aceptar la apuesta ahora... —estiró la mano para ofrecérsela y sellar el trato, pero justo después la levantó un segundo—. Ah, pero si gano... Recuerda. Me deberás un favor. Un favor de los gordos.
… no parar de hablar. Hablaba, hablaba y hablaba. Hablaba tanto que el Uchiha creyó que se iba a ahogar por no respirar. ¿Cómo iba así a pensar en lo que había dicho anteriormente? Si pensaba, dejaba de oír lo nuevo que le decía. Y si le escuchaba, no podía concentrarse lo suficiente en sus anteriores palabras. Hasta aquel entonces, Uchiha Datsue se había creído un buen manipulador. Pero aquello era, sencillamente, otro nivel. Otra división muy superior.
«Mejor será que me concentre en lo que diga, o me acusará de nuevo de solo escuchar lo que quiero», pensó el Uchiha, a tiempo de oír un chiste sobre Kusareños, Amenios y Uzureños que le arrancó una carcajada. La risa le duró poco, pues Nabi se encargó de volver a las acusaciones.
—Tú y todos los que están aquí, vais solos. No os importa nada nadie y eso es triste. Y no voy a ir detrás de vosotros para que cambieis de mentalidad porque no lo voy a conseguir, me conozco y sé que no lo conseguiría.
—Nononono —dijo, de forma seguida y repetida, mientras negaba con la cabeza—. Ya estamos otra vez, acusando a tus compañeros y queriendo irte de rositas. Sin asumir responsabilidades ni hacer autocrítica —«Joder, este tío se parece peligrosamente a mí. Pero en peor, ¡porque se cree sus propias mentiras!»—. No, no, tú te me incluyes en el mismo saco, Nabi-san —le espetó, señalándole al pecho con un dedo—. En el tiempo que hemos estado aquí has hecho lo que todos: ir a su aire e importarle el resto una mierda, salvo quizá una excepción. A mí el pasado ese lejano no me sirve. ¿Qué intentaste hacer piña? ¿Pero a mí qué me vienes con esas? ¿Intentaste hacer piña conmigo? ¿Con Koko? ¿Con Kotetsu? —«No lo creo»—. ¿Qué tontería es esa de que te rendiste hace mucho tiempo? A mí también me dijeron en la academia que había que confiar en los compañeros, pero debiste faltar al resto de días, cuando nos inculcaron que un shinobi no debe rendirse nunca —«Bueno, conmigo lo intentaron, al menos. Se ve que con el mismo éxito que a ti…»—. Así que te me incluyes, Nabi. Te me incluyes. Y sino haces algo para remediarlo.
»Es más, ¡te hago una apuesta! —exclamó Datsue, emocionándose. Las apuestas siempre conseguían emocionarle—. Deja que pase esta ronda, y cierta cosa que va a pasar que crispará los nervios de más de uno, y te demostraré cuán equivocado estás. Voy a hacer piña por ti —aseguró, dándose una tremenda palmada en el pecho, eufórico—. Voy conseguir que todos y cada uno de esos cabrones —continuó, señalando las ventanas de las habitaciones—, bajen a desayunar al salón de abajo. Todos juntos. Qué digo desayunar... ¡incluso cenar! —exclamó, viniéndose arriba—. ¿Qué me dices? Decías que era imposible, ¿no? Por eso te rendiste. Así que no tendrás problema en aceptar la apuesta ahora... —estiró la mano para ofrecérsela y sellar el trato, pero justo después la levantó un segundo—. Ah, pero si gano... Recuerda. Me deberás un favor. Un favor de los gordos.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado